Extracto del artículo publicado en el nº 110 de la Revista Ábaco
Mª Soledad Álvarez Martínez
Catedrática de Historia del Arte
Universidad de Oviedo
Carmen Bermejo Lorenzo
Profesora Titular de Historia del Arte
Universidad de Oviedo
Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación Puerto y ciudad en la era postindustrial: Avilés y Bilbao, patrimonio, arquitecturas y evolución urbana… (PGC2018-094281-B-I00) financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades dentro del Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia.
Las Juntas de Obras: origen, funciones y evolución
Las juntas de obras fueron creadas como delegaciones de la Administración General del Estado, dependiendo sucesivamente del Ministerio de Fomento, de Obras Publicas y, a partir de 1932, de la Dirección General de Puertos. Su origen se remonta al último tercio del siglo XIX coincidiendo con el Sexenio Democrático, momento en el que dentro del litoral cantábrico se crearon las de Bilbao, Santander y Gijón. Pero la Junta de Avilés aún tardaría más de cuatro décadas en constituirse, y lo haría años después de haberse promulgado en 1903 el Reglamento General para la organización y régimen de las Juntas de Obras de Puertos. Sus funciones consistían en administrar los puertos y realizar las obras necesarias para facilitar el tráfico portuario, su mantenimiento y la explotación de las mercancías. Otro hito importante y bastante posterior para la gestión portuaria tuvo lugar en 1992, cuando se promulgó la Ley de Puertos y de la Marina Mercante, momento en el que se crearon las Autoridades Portuarias dependientes de Puertos del Estado, entre las que se encuentran las de Avilés y de Bilbao, que tienen en las Juntas de Obras del Puerto su origen.
Las Juntas de Obras de los puertos de Bilbao y Avilés
La Junta de Bilbao nacía el año 1871 vinculada a un plan estratégico de crecimiento de la ciudad hacia el interior y hacia el exterior, con la ampliación del puerto. Asumía las funciones desarrolladas hasta entonces por la Junta de Agricultura Industria y Comercio, que había sido su impulsora, pero su actuación se vio paralizada por la guerra carlista, hasta que por RD de 5 de septiembre de 1877 fue organizada y dotada de recursos propios, nombrando poco después a su primer ingeniero director, Evaristo Churruca Brunet.
Sobre la ubicación de su sede, sabemos que inicialmente ocupó un espacio en el cabildo municipal y que posteriormente lo hizo en la Gran Vía en el edificio del Banco Hispano Americano, es decir se ubicó alejada de las instalaciones portuarias en edificios de alquiler en el centro financiero y comercial de la ciudad, como también lo hicieron las juntas de otros puertos (Santander y posteriormente Avilés), lo que da cuenta del importante papel que desempeñaban en su crecimiento económico y estratégico. Finalmente, en 1953, la Junta de Bilbao adquirió un edificio para ubicar la sede administrativa.
La Junta de Obras del Puerto y Ría de Avilés fue promovida por la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de la villa, quedando constituida el 26 de abril de 1915. En la sesión constitucional fue elegido primer presidente el empresario Victoriano Fernández Balsera, entonces presidente de la Cámara de Comercio, que abandonaría aquel cargo para asumir el nuevo, ocupando un mes más tarde el de ingeniero director José María Graíño Obaño. Este se encargó de elaborar en 1916 el primer plan de obras del puerto, seguido cinco años después por el segundo plan redactado por el ingeniero José Luis Briones, que tenían como principales objetivos facilitar el acceso a la ría y el atraque de embarcaciones de mayor calado, centrándose la actividad más destacada en los trabajos de dragado, además de la dotación de nuevos equipamientos y servicios que implicaron una actividad constructiva de cierta importancia. Pero la construcción de un edificio propio de la Junta se hizo esperar aún varias décadas.
De lo expuesto, se deduce que tras su creación las juntas de obras tardaron por lo general en contar con edificios propios, no alcanzando ese objetivo las de Bilbao y de Avilés hasta mediados del siglo XX.
El Hôtel de los Olábarri sede de la Junta de Obras del Puerto de Bilbao
En el año 1953, la Junta de Obras del Puerto de Bilbao puja por adquirir un hôtel, residencia de los Olábarri ubicado en el Campo de Volantín, que durante la década de los 50 había estado ocupada por el Instituto Británico y posteriormente había interesado al Obispado. El hôtel de los Olábarri, proyectado por Julián de Zubizarreta y Usatorre e inaugurado en 1897, era un edificio de tres pisos y planta cuadrada con torre en los extremos de decidida vocación historicista, ecléctica y arqueologista, y quizá la obra más interesante de su entorno en la zona residencial preferida entonces por la burguesía bilbaína. Cuando pasa a ser propiedad de la Junta en 1953 se decide someterlo a una intervención para recuperar parte de la distribución y diseños originales y procurar la consolidación de la arquitectura modificando ciertos cuerpos. Los arquitectos encargados de la obra fueron Manuel Galíndez y su sobrino José María Chapata Galíndez, que gozaban de gran reconocimiento en el ámbito vizcaíno, el primero por sus trabajos para edificios bancarios y sus obras racionalistas de los años treinta. Asumieron el proyecto en 1955, concluyendo las obras años más tarde.
Los arquitectos se propusieron adaptar la estructura y decoración originales a las necesidades de la Junta, destinando las dependencias de la antigua vivienda a despachos y un cuerpo de nueva construcción, en clara armonía con el pretérito, a otros usos relacionados con las responsabilidades de la entidad propietaria. Con esa premisa, en el sótano se ubicaron los laboratorios, servicios, viviendas de conserjes y garajes; la planta baja se destinó a la presidencia, dirección, secretarías, oficinas de recaudación, contabilidad, caja y seguros sociales; el primer piso fue ocupado por la oficina técnica y la segun-
da planta por la zona de delineación, despachos auxiliares y archivos. La distribución iría sufriendo cambios según las necesidades y ocupando el edificio anexo, que se construyó con los mismos materiales (ladrillo y piedra), intentando mantener el tipo de vano y la decoración en recercos y basamentos sin dejarse dominar por la retórica del cuerpo primigenio.
La obra resulta transcendente no sólo por lo hasta ahora comentado, sino porque su nueva función contribuyó a la pervivencia de su estructura, ya que en aquella fecha pocos ejemplos ajenos al estilo arquitectónico imperante pudieron emplear buenos materiales y a demanda. Posiblemente, el lenguaje masculino y grandilocuente de su interior, principalmente en la zona de juntas y del despacho, fueron argumentos en los que apoyar su construcción y el suministro del material necesario.
En 2003, la Autoridad Portuaria emprendió nuevas obras de restauración del edificio y su entorno que recuperaron la capilla, hasta entonces lugar de reuniones, y las vidrieras originales, además de limpiar y acondicionar los paramentos, permaneciendo en él la Autoridad Portuaria de Bilbao, antigua Junta de Obras del Puerto, hasta 2014.
Los edificios de la Junta de Obras de la Ría y Puerto de Avilés
Desde su constitución, la Junta de Obras de Avilés tuvo como objetivo contar con una sede propia adecuada al desempeño de sus actividades, pero la carencia del solar y de los medios económicos necesarios la obligaron a instalarse en edificios alquilados que no respondían adecuadamente a sus necesidades, teniendo que esperar, igual que la de Bilbao, hasta mediados de siglo para ocupar una construcción de su propiedad.
La historia del primer edificio de la Junta ha estado llena de dificultades. Para él se redactó un primer proyecto que contó con la aprobación ministerial y que no llegó a buen fin. Le siguió un segundo proyecto que modificó el anterior, que también fue aprobado por el ministerio pero con un recorte del presupuesto, y que también se vio alterado por un “reformado” que supuso otro retraso de la entrega del inmueble, que no tendría lugar hasta cuarenta años después de entrar en funcionamiento la Junta. Ambos proyectos son perfectos representantes de las tendencias arquitectónicas imperantes en las épocas en fueron proyectados.
El proyecto de Claudio Alvargonzález de Edificio para Oficinas de la Junta de Obras. Año 1935
En 1935, al promulgarse la Ley de Previsión contra el paro, conocida como Ley Salmón, la Junta vio la oportunidad de acceder a la construcción de una sede propia amparándose en la misma, y promovía la redacción de un primer Proyecto de Edificio para Oficinas de la Junta de Obras, firmado por el ingeniero director Claudio F. Alvargonzález el 14 de agosto de 1935. Para su ubicación se buscó un solar próximo al puerto, pero dentro de la población para facilitar la proximidad de las oficinas centrales de los bancos, consignatarios, aduana y Marina. Se eligió uno disponible en la calle Juan Ochoa, por lo que el edificio se emplazaría en el muelle local, según se recoge en el plano de situación, dentro de un solar colindante con los terrenos de la Asociación Avilesina de Caridad, tal como refleja el plano de emplazamiento.
El proyecto contempla un edificio de planta rectangular, con la fachada principal en la calle Juan Ochoa y, con planta baja, dos pisos y un ático en alzado. Adaptándose a las necesidades funcionales, la distribución propuesta sitúa el garaje, los almacenes, el taller, un laboratorio y la comisaría en la planta baja; la secretaría, oficinas, salón de sesiones, archivo y despachos del presidente y el secretario, en la primera; la zona de dirección, con los despachos del ingeniero director y del ingeniero ayudante, además de otras dependencias de personal, en la segunda; y viviendas para dos ordenanzas y el chófer en el ático, además del acceso a la torre lateral.
El edificio fue proyectado conforme al estilo racionalista imperante durante la II República, y aunque refleja la asimilación poco rigurosa de los preceptos racionalistas propia del conocido como estilo Salmón da cuenta de la acogida de la modernidad arquitectónica que tuvo lugar en Asturias en los años 30. En el proyecto de Claudio Alvargonzález se aprecia un cuidado en el diseño de las fachadas y en especial de la principal que refleja la atención a los principios estéticos de la arquitectura moderna, tales como la regularidad, sencillez y claridad compositivas, la renuncia a la ornamentación, la ausencia de simetría axial, el recurso a las formas rectilíneas y a las ventanas rectangulares corridas a lo largo del muro. No obstante, la interpretación heterodoxa de los presupuestos racionalistas se pone de manifiesto en el planteamiento de las cubiertas y en los materiales. Se renuncia, salvo en la zona de terraza, a la cubierta plana habitual del racionalismo arquitectónico y se recurre a la doble vertiente con revestimiento de teja, que se trata de disimular para buscar una sintonía formal con el resto de la fachada. Y aunque se recurre al hormigón armado al considerar que el sistema constructivo “debe de ser moderno”, los muros se construyen con doble tabique revestido de cemento y paños de ladrillo visto buscando una mayor expresividad, desligándose así de la desnudez minimalista del racionalismo.
El proyecto fue aprobado el 20 de diciembre de 1935 pero el Ministerio no se hizo cargo de la financiación, que tampoco pudo asumir la Junta, quedando suspendido el proyecto hasta contar con los medios económicos necesarios, sin poder ser retomado por su autor, que fue apresado el 18 de julio de 1936 y fusilado el 13 de agosto.
El artículo completo está disponible en el número 110 de la Revista Ábaco.
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