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Extracto del artículo publicado en el nº 115 de la Revista Ábaco

Estefanía Rodero Sanz
Socióloga de la cultura
Especialista en Relaciones Culturales Internacionales
por la Cátedra UNESCO de Políticas culturales y Cooperación de la Universitat de Girona

Bibliotecas defensoras de la democracia a nivel global

En el actual contexto mundial plagado de riesgos de regresión en materia de protección de los derechos humanos, las bibliotecas están sufriendo una presión en aumento en comparación con el resto de equipamientos culturales. Así, por ejemplo, en los últimos años hemos tenido que asistir al aumento de la censura en las bibliotecas escolares a lo largo y ancho de los EEUU, con ataques recientes a personal bibliotecario y el llamamiento a la movilización mundial por parte de organizaciones profesionales y en defensa de la libertad de expresión como la Asociación Americana de Bibliotecas, el grupo de acción política contra la censura EveryLibrary o PEN América ante la creciente retirada de las estanterías de libros sobre racismo, educación sexual, igualdad de género, escritos por mujeres y por autores LGTBIQ+, junto a la prohibición de clásicos del pensamiento negro. También en España las políticas de corte trumpista han encontrado en el recorte presupuestario a bibliotecas, especialmente en su dimensión social y comunitaria, una vía de imposición ideológica. Podemos decir que las bibliotecas se encuentran en este momento en el centro de la disputa por la democracia a nivel global.

Frente a este modelo de retroceso, no obstante, están emergiendo desde el propio mundo bibliotecario nuevas narrativas y modelos de avance mundial que están incorporando el enfoque basado en derechos humanos en sus nuevos planes estratégicos y que están erigiéndose, fundamentalmente desde el tejido asociativo profesional, como defensores de los derechos culturales.

Así en nuestro país, el Plan Director de las Bibliotecas de Barcelona 2030, elaborado tras un largo proceso de escucha y diálogo profesional, abierto a la participación y la aportación desde diferentes disciplinas y aprobado en pleno municipal, ha supuesto un antes y un después para el reconocimiento de la protección de los derechos culturales como esfera de acción prioritaria de las bibliotecas públicas en nuestro país. La lectura de la institución en su conjunto, desde los apartados de personal, infraestructuras, comunicación, alianzas, colección… desde la búsqueda de impacto en la protección y promoción de los derechos humanos ha supuesto una importante innovación social que ya está encontrando eco y réplica en otros servicios bibliotecarios.

Junto a las Bibliotecas de Barcelona, también en la vanguardia de este nuevo modo de pensarse bibliotecario, encontramos la nueva Política nacional de la lectura, el libro y las bibliotecas en Chile, que ha sido articulada a través de procesos participativos y que ha fijado cuatro grandes ejes desde los que desplegar su acción para los próximos años: la pertinencia territorial, la transversalización de la perspectiva de género, la defensa de la bibliodiversidad y el reconocimiento del derecho a la lectura como derecho habilitante para la democracia.

También el reciente Manifiesto IFLA/ UNESCO 2022 sobre las Bibliotecas Públicas se está erigiendo como un llamamiento mundial para el reconocimiento de las bibliotecas como bastiones para la defensa democrática y la protección de los derechos culturales.

Así, haciendo hincapié sobre su capacidad para defender y promover valores democráticos frente a la oleada de censura reaccionaria mundial, recoge «Los servicios bibliotecarios no deben estar sujetos a ninguna forma de censura ideológica, política o religiosa, ni estar sometidas en modo alguno a presiones comerciales».
pero ¿por qué están las bibliotecas en el centro de la disputa por la democracia?

El Manifiesto IFLA/UNESCO 2022 sobre las Biblioteca Públicas, sin nombrarlo de un modo explícito, está apuntando hacia una de las dimensiones claves para el ejercicio de la democracia: la dimensión epistémica, la urgencia de poner el foco de atención sobre el acceso al conocimiento desde una perspectiva de derechos, frente a barreras comerciales, tecnológicas o legales que imposibiliten el ejercicio real de la ciudadanía.

Así el derecho de acceso a la información veraz que ha sido siempre el eje troncal e identitario de la acción bibliotecaria, emerge hoy desde una perspectiva de defensa de los derechos humanos como un auténtico cortafuegos frente a la manipulación de todo signo.

En el reciente dossier del CERLALC «El futuro es hoy: hacia la renovación de las bibliotecas, las prácticas y los espacios de lectura», la experta en políticas de lectura, Gemma Lluch, afirmaba la urgencia hoy de:
«Reducir la distancia entre los que disponen de las competencias y las habilidades para codificar e interpretar la información y convertirla en saber y los que no tienen esas competencias».

Las bibliotecas, por tanto, en este momento de manipulación informacional global, tendrían como función estratégica para la defensa de la democracia el hecho de socializar y democratizar los procesos cognitivos que permiten localizar la información, comprenderla, evaluarla y reflexionar, así como impulsar una nueva alfabetización informacional que permita el acceso a nuevas concepciones y prácticas de seguridad y defensa de la privacidad y la intimidad, herramientas para desarticular las noticias falsas, aprendizajes prácticos para frenar el acoso y el abuso en línea, así como poner al alcance de las mayorías los recursos informacionales necesarios para paralizar las campañas de odio.

Junto al derecho a la información, la protección del derecho al conocimiento es otro de los ejes consustanciales a la acción bibliotecaria. Desde un enfoque basado en derechos humanos, las bibliotecas como equipamiento cultural de proximidad y profundamente enraizado en el territorio, se constituyen como polos de reconocimiento, defensa y protección ante la dimensión epistémica que existe en toda opresión y exclusión social. Entroncando desde el momento actual con los profesionales y movimientos sociales que a través de la Pedagogía del oprimido de Freire desde los años 70 articularon una acción social y cultural transformadora en espacios tradicionalmente olvidados por la institucionalidad cultural, las nuevas políticas culturales desde un enfoque ecosocial y de derechos humanos están poniendo el foco sobre los procesos sociales que contribuyen a deslegitimar la voz pública y el conocimiento de los grupos subalternos.

De este modo, las bibliotecas son leídas como posibles marcos correctores de nuestras actuales «economías de la credibilidad», el conjunto de mecanismos sociales, simbólicos, epistémicos…a través de los cuales se dota de mayor legitimidad a determinadas experiencias vitales que a otras en un contexto dado.

Podríamos acercarnos entonces a las bibliotecas como polo corrector y agentes de activismo y empoderamiento epistémico desde la propuesta de «activismo epistémico» propuesta por el filósofo José Medina:
«el activismo epistémico tiene como objetivo aumentar la agencia epistémica de sujetos oprimidos, ampliando sus voces y facilitando el desarrollo y ejercicio de sus capacidades epistémicas»

Desde su propuesta, recogida en «The epistemology of resistance» en la que enfatiza en nuestra capacidad social para desmantelar los obstáculos estructurales e institucionales que limitan la validación del conocimiento y el derecho a la voz pública de los colectivos oprimidos, existe una invitación también extensible a la institucionalidad cultural en su conjunto y a las bibliotecas en particular como promotoras estratégicas de la democracia cultural, no sólo a empezar a «ver daños y exclusiones a las que estábamos insensibilizados» o a «imaginar las realidades sociales y sus futuros de manera alternativa» sino a visibilizar en el debate público qué mecanismos se están utilizando para deslegitimar voces, experiencias vitales y duelos no asumidos.

Así, desde su trabajo para la articulación de una «imaginación para la resistencia», José Medina identifica tres mecanismos que están produciendo daños a la agencia epistémica (la capacidad de conocer y trasladar en sus propias expresiones y palabras el conocimiento y vivencias adquiridos) de los grupos oprimidos:
«1.Los daños derivados de la distorsión de los imaginarios sociales.
2.Los daños que derivan de la obstrucción de los recursos expresivos e interpretativos que permiten a las víctimas de la injusticia entender sus experiencias, construir significados y desarrollar voces y
perspectivas resistentes.
3.Los daños que derivan de estructuras sociales y diseños institucionales que constriñen o marginan la agencia epistémica de grupos oprimidos».

Desde este punto de vista, las bibliotecas tendrían un papel decisivo a la hora de impulsar y reforzar la agencia epistémica de la ciudadanía, poniendo en el centro de la conversación pública la importancia que tiene el conocimiento, su acceso, su elaboración, sus procesos de validación, sus sesgos de poder… para ejercer la democracia.

Las bibliotecas, entonces, como defensoras de los derechos culturales, especialmente en sus facetas de derecho a la información y al conocimiento, protegerían e impulsarían, como ya ha denominado Chile al derecho a la lectura, derechos habilitantes para poder hablar de democracia.

La importancia de la bibliodiversidad para la democracia

Cuando leemos la función de las bibliotecas como defensoras de los derechos culturales es importante visualizar su papel en interacción con el resto del ecosistema del libro. Tal y como ha recogido la Política nacional de la lectura, el libro y las bibliotecas chilena a la que ya hemos hecho mención, podríamos definir el Ecosistema de la lectura y el libro como:

«La organización y articulación de estrategias y mecanismos necesarios para el desarrollo de las lectoras y los lectores. Requiere de un tratamiento sistémico, coordinado y articulado de todos sus agentes involucrados: instancias de formación, de creación, de producción, de difusión y distribución, de puesta en valor y uso, de preservación, de consumo y participación».

A nadie se nos escapa que sin la garantía de la bibliodiversidad en los sistemas de compra de las bibliotecas públicas, podemos encontrarnos por pasiva ante la cooptación de un dispositivo de corte democratizador, por fuerzas comerciales o ideológicas homogeneizadoras que hagan uso de las bibliotecas como un mero altavoz de instancias de poder.

Pero, ¿qué entendemos por bibliodiversidad? Siguiendo el trabajo de la escritora y editora australiana Susan Hawthorne, «Bibliodiversity. A manifesto for independent publishing», ¿qué estamos entendiendo, a su vez, por equidad de expresión y libro justo?

El artículo completo está disponible en el número 115 de la Revista Ábaco.
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