IMAGEN: Grabados de J. A. Camacho (1876) publicados en el poemario Ecos del alma (izquierda) y en La Ilustración Española y Americana (derecha).
Extracto del artículo publicado en el nº 116-117 de la Revista Ábaco
Dulce Gallego Canteli
Trabajadora Social.
Docente en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Oviedo.
«Una mujer que siente y piensa, que medita y habla, que busca y pregunta, que vive y cree, que duda y ama, que lucha y espera…
he aquí lo que soy.»
Rosario de Acuña
Un primer acercamiento
Resulta imprescindible conocer a todas aquellas mujeres que fueron importantes en el pasado, a las que los narradores de la historia han arrinconado durante siglos, pero cuya trascendencia literaria, cultural y política son necesarias para entender lo que somos y hacia dónde vamos como seres humanos.
Recuperar y reconstruir la memoria de las mujeres es contribuir a la memoria colectiva y aunque la experiencia vital individual es difícil de transferir pasado el tiempo, en el reconocimiento que establecemos con los hechos y con las
personas que los vivieron se hallan algunas de las respuestas a las encrucijadas que nos depara el futuro.
Una de esas mujeres es Rosario de Acuña y Villanueva (Madrid 1850 – Gijón 1923) de la que se celebra en 2023 el cien aniversario de su muerte. Un momento adecuado para reivindicar su figura, acercarla a la sociedad actual y entender la importancia de sus aportaciones tanto sociales como literarias.
Rosario de Acuña escritora
Rosario de Acuña es poeta, dramaturga, escritora de artículos políticos, activista, defensora de causas de justicia social, especialmente de todas aquellas que tuviesen que ver con la igualdad y la dignidad de las mujeres. La podríamos definir como una mujer polifacética, con un gran interés por todos los hechos sociales.
Comenzó escribiendo poesía romántica, pero no tardó en comprometerse con el librepensamiento y con los sectores más progresistas de su época. Abogó por la educación y la justicia para mujeres, trabajadores y clases populares, reivindicando la necesidad de igualdad para todas y todos. Inconformista, inquieta, curiosa, reflexiva, estudiosa, trabajadora, su historia personal es intensa, en continuo enfrentamiento Incluso con las barreras impuestas a las mujeres de su tiempo. Su enorme independencia personal hizo que no se arredrara ante juicios y críticas del entorno. Rosario de Acuña es una de las primeras feministas españolas.
Nació en una familia burguesa, culta, con ascendencia aristocrática, carlista, con familiares que fueron miembros de cierta importancia en la curia eclesial. Sin embargo, sorprendentemente, tuvo una educación ilustrada y liberal. Incluso un problema con la vista obligó a su familia a darle una educación personalizada, en la que su propio padre era su profesor de historia de España.
Su obra es variada, diversa, compleja, va evolucionando con su tiempo de vida: pasa del romanticismo poético de su juventud al compromiso con el libre pensamiento y el feminismo laicista anticlerical de sus años más maduros.
En 1875 publica su primer poema La vuelta de la golondrina, nunca querrá separarse de la poesía como primer ejercicio literario de los muchos que va a practicar a lo largo de su vida, le gustaba recitarla en público y será la primera mujer en subir a la tribuna del Liceo Piquer de Madrid a recitar su obra, obteniendo una gran acogida. En 1876 estrena su primera obra de teatro, Rienzi el Tribuno, un alegato contra la tiranía. El éxito de esta obra la hace ver al teatro como un instrumento eficaz para llegar al público, para trasladar sus ideas de regeneración moral, de mejora social, de igualdad.
Seguirá estrenando obras teatrales como Amor a la Patria, en 1878, bajo el seudónimo de Remigio Andrés Delafón, o Tribunales de Venganza en 1880.
Publica colecciones de sus artículos, ensayos y cuentos en La Siesta y Tiempo perdido. Continúa editando poemarios, como Morirse a tiempo y el poema cómico Sentir y pensar.
En 1882 comienza a colaborar con El Correo de la Moda, y La Ilustración de la Mujer, con el objetivo de poder llegar a un número importante de mujeres a las que cree ayudará con sus reflexiones. A partir de aquí su labor como articulista será ya constante: en 1885 empieza a colaborar con Las Dominicales del Libre Pensamiento, así como con la prensa local de las ciudades en las que vive: El Cantábrico de Santander o El Noroeste de Gijón, o con la prensa internacional, el Heraldo de París..
La puesta en escena en 1891 de una de sus obras de teatro: El Padre Juan, suscita una violenta reacción de los sectores conservadores del país, lo que la obliga a retirarse junto a su madre y su compañero a un pequeño pueblo de Cantabria. El escándalo y posterior prohibición de esta obra, ambientada en una aldea asturiana, en la que se denuncia el conservadurismo ultra católico, le hicieron muy difícil seguir con la creación y producción de obra literaria teatral.
Sí mantuvo su labor como articulista, con la que siguió el día a día de la situación política y social de España.
Escribe La Voz de la Patria contra la guerra de Marruecos que se estrena en 1893.
Es en 1911, cuando Rosario de Acuña ya vive en Gijón, unas mujeres jóvenes intentan matricularse en la Universidad Central de Madrid. Son apedreadas. Publica entonces en L’Internacionale de París, un artículo La Jarca de la Universidad, por él que sería juzgada y condenada, lo que la obliga a exiliarse a Portugal. Es indultada en 1915.
A su regreso del exilio, participa en mítines, da conferencias acerca de la Higiene de la familia obrera, Sobre el problema del alcoholismo entre los trabajadores, y discursos siempre en apoyo a causas que considera justas, como el de apertura de la Escuela neutra de Gijón o sobre la Religión y el pensamiento libre para la Unión Republicana.
Continúa escribiendo poesía como el libro Cosas mías, aunque muchos de sus poemas aparecerán también en publicaciones muy diversas como La juventud Literaria, el Heraldo de Murcia.
En cuanto a sus artículos y ensayos los escribirá a lo largo de toda su vida, por lo que muchos de ellos verán la luz después de su muerte en la pobreza.
Destaca como parte de su legado escrito la redacción de su Testamento, del cual hay una primera versión de 1901, pero cuyo texto definitivo es de 1907. Rosario de Acuña creía en la inmortalidad del alma, lo que la hizo llevar una intensa vida espiritual que además aparece reflejada en muchos de sus escritos. Buscaba a Dios en la Naturaleza, pero su visión de la fe era conflictiva para su época. Una fe orientada a vivir la experiencia religiosa fuera de cualquier confesionalidad y con denuncias del conservadurismo arcaico de la iglesia católica, especialmente por su utilización del confesionario con las mujeres.
En su Testamento deja establecido como quiere ser enterrada, pero también cuáles son sus creencias. Aparece como transgresora de las normas que se imponen a las mujeres de su época, dictadas por un conservadurismo excluyente, trasnochado, fomentado y apoyado por la Iglesia, que dictaba a las mujeres, cómo ser, qué se podía hacer, cómo vivir…
Será una escritora admirada, sobre todo por el pensamiento liberal y progresista de la época. Se valora su empeño en cambiar el orden de las cosas valiéndose de las palabras, pero la España excluyente no dudará: la vilipendiará, la insultará, la tratará de bruja y loca y la perseguirá con odio.
Pero ella sigue sus propios caminos: primero en la literatura, después con su participación en movimientos sociales de carácter progresista como el librepensamiento, la masonería, el movimiento obrero, y, especialmente, con todo lo que tenía que ver con la lucha por la igualdad y dignidad de las mujeres. Practica la independencia personal por encima de los juicios o críticas de su entorno. En su artículo «Rosario de Acuña: Palabra y testimonio en la causa de la emancipación femenina» X. Bolado la pone como ejemplo de alguien que ha sido capaz de «hacer de su evolución personal materia literaria de amplia repercusión pública» Un ejemplo de mujer luchadora por la causa de la libertad y por una utopía a la que ella denominaba Humanidad. Como lectora voraz, como observadora curiosa de su entorno inmediato y de la naturaleza encontrará en la escritura su razón de ser y vivir, su arma para defender la libertad, la igualdad, el progreso, la justicia, la laicidad.
Su compromiso es consciente, sabe bien qué pierde y a qué se enfrenta una mujer que escribe, defendiendo su verdad y la libertad de pensar. Una mujer con un deseo de fomentar y propagar una moral liberal sobre la que desarrollar un mundo nuevo.
Rosario de Acuña viajera
La primera referencia viajera de Rosario de Acuña la tenemos del año 1866 y es, precisamente, un viaje a Gijón. De ahí en adelante es un no parar de moverse, tanto por la geografía española como por los países vecinos. No era habitual en su época que las mujeres viajasen.
En 1867 visita la Exposición Universal de París. Vuelve al sur de Francia en 1873. Ese mismo año tendrá una estancia de varios meses en Italia. En la primavera de 1875 pasará varios meses en Andalucía.
En 1876 vivirá en Valladolid donde aprovecha para dirigir los ensayos de una de sus obras teatrales. Luego se traslada a Zaragoza con su marido, para posteriormente instalarse en su pueblo de nacimiento Pinto, en 1881, y en ese mismo año viajarán juntos por España y Francia. En 1882 vivirá unos meses en Burdeos.
Una de sus costumbres, que además le supuso algunos problemas, era viajar todos los años por España, entre los meses de mayo a noviembre, acompañada por su criado Gabriel. En 1887, recorre a caballo León, Asturias y Galicia, visitando tanto la costa como el interior y aprovechando para realizar algunas ascensiones de montaña en la zona de las Ubiñas y de los Picos de Europa. Durante estos viajes sufre una detención por parte de la guardia civil, a la que como era lógico en la época le resultaba extraño y le levantaba sospechas ver a una mujer viajera.
Para recuperarse de unas graves fiebres se instalará en Oya, un pueblo de Pontevedra en 1895. Sus viajes la acercarán a la naturaleza que admiraba y proponía cuidar con un planteamiento precursor del ecologismo.
En 1898 se va al pueblo de Cueto en Cantabria, donde pondrá en marcha una granja. Finalmente en 1908, invitada por el Ateneo Obrero, se instala en Gijón en la Punta del Cervigón, que era entonces un lugar extramuros de la ciudad, frente al mar Cantábrico.
En 1911 se exilia a Portugal. Primero vivirá cerca de la frontera con Galicia, en Valença do Minho, para después trasladarse a Lisboa. Hasta el año 2013 cuando es indultada.
Sorprende en su biografía descubrir que es una de las primeras mujeres montañeras de nuestro país, una pionera que realizó ascensiones en los Picos de Europa, pero también en la Sierra de la Estrella durante su estancia en Lisboa.
Rosario de Acuña librepensadora
«Hace más de un año volvía yo de Madrid con varios paquetes de compras. Al desenvolverlos, miré el papel y su título me llamó la atención: tenía delante «Las Dominicales del Libre Pensamiento». Sin perder ni un minuto extendí sobre mi mesa de trabajo el periódico hasta entonces desconocido para mí y conforme iba leyendo…parecíame que allá en el fondo de mi cerebro bullían con el impetuoso golpear de mil desbordados torrentes, todas las sensaciones, todas las ideas y todos los sentimientos que pueden encerrarse en una cabeza pensadora alentada por el calor de la plenitud de la vida»
(Acuña, R: Obras reunidas IV, p. 140) Carta a Ramón Chies.
Con esas palabras relata Rosario de Acuña en 1885 su encuentro con Las Dominicales del Libre Pensamiento, a las que en adelante estará unida primero como lectora y muy pronto como asidua articulista. Fueron para ella un soplo de aire fresco pero también el inicio de un camino difícil, de muchos problemas. Solo hay que pensar en el tremendo esfuerzo de ser mujer e ir a contracorriente en una sociedad como la española de entonces, socialmente rígida y culturalmente atrasada.
Para intentar acercar ideas nuevas, que venían del darwinismo, del positivismo, con un poso de inspiración krausista y de ética protestante, donde el libre pensamiento ponía en cuestión muchos de los dogmas de la época, preconizando la razón, el pensamiento científico y la cultura para toda la sociedad, en un país con una tradición católica cerrada y nada flexible, se necesitaban grandes dosis de valentía porque los riesgos eran considerables.
El artículo completo está disponible en el número 116-117 de la Revista Ábaco.
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