➔ Reseña publicada en el nº 124 de la Revista Ábaco
Martinete del rey sombra
Raúl Quinto
Editorial Jekyll & Jill. Zaragoza, 172 páginas, 18 euros
La Gran Redada borbónica o el Trono (y la Iglesia) como ariete antizigano
«El Borbonismo no tiene dos fases, como creen los historiadores superficiales… Aquí y allá, en la guerra y en la paz, es siempre el mismo, un poder arbitrario que acopla el Trono y el Altar, para oprimir a ese pueblo infeliz y mantenerlo en la pobreza y la ignorancia.» Lo decía, sin ambages, Benito Pérez Galdós (Episodios Nacionales, Quinta serie: España sin rey, 1907-1908) haciendo referencia a la España de 1869, torpemente rota en diversas facciones monárquicas y republicanas que acabarían por llevar, en 1923, a la dictadura de Primo de Rivera… Pero incluye, evidentemente, en su diagnóstico la instauración borbónica, tras la victoria en la Guerra de Sucesión de la Casa Borbón-Anjou para dar paso a Felipe V (1700-1746, con el efímero paréntesis, tras abdicación, del reinado de su hijo Luis I en 1724) y Fernando VI (1746-1759).
Y es que, en la noche del 30 de julio de 1749, bajo el reinado de Fernando VI, por orden de Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada, y consejo de Gaspar Vázquez Tablada, obispo de Oviedo y secretario del Consejo de Castilla (que se encargaría también de obtener el beneplácito del Papa Benedicto XIV), arrancó sin titubeos en toda la España borbónica1 la Gran Redada: un proyecto político de exterminio de la población gitana (y asimilada) en todo el territorio… Una población en la que para “arrancar esa semilla podrida” (Vázquez Tablada dixit) se separará a los hombres de las mujeres, se les encerrará en plazas convertidas en prisiones improvisadas al aire libre, se les trasladará en cuerdas de presos o transportes precarios hasta sus lugares de trabajo esclavo (ellos en los arsenales de Cádiz a mayor gloria de la armada, ellas a casas de misericordia) o distintas formas de aislamiento… Un proceso al que no fueron ajenos, claro, las enfermedades y muertes, los naufragios y motines, los intentos de fuga en busca desesperada de la libertad perdida… Mientras, en la Corte Borbónica, el ostentoso lujo consagrado por el Marqués de la Ensenada cubría apenas las intrigas palaciegas o los escándalos y dramas particulares de personajes tan delirantes como reales.
La novela, tan breve como brava, va alternando en sus capítulos, pues, episodios del antiziganismo hispano en su momento más cruel, denominado oficialmente “Prisión General de Gitanos”, con el acontecer, el creer y al pensar de la Corte de los primeros Borbones españoles, Felipe V, Luis I y, sobre todo, Fernando VI… En realidad, se desgrana un operativo que puso las “fuerzas del orden” borbónico al servicio de la captura, encierro (en el palacio granadino de Carlos V o en la alcazaba malagueña), esclavización (en los arsenales gaditanos de La Carraca) y exterminio del pueblo gitano en España. Y, frente a él (pero determinándolo), las escenas la corte borbónica, narradas entre el rigor histórico y el libérrimo afán literario para hacer patentes los entresijos más rastreros de la política palaciega (tan bufa, a veces, que el lector no puede por menos que recordar la ironía antimonárquica de una Nieves Concostrina), servida en medio de la pompa más ufana y de un mínimo hálito regeneracionista en un Siglo de las Luces de siempre insuficiente presencia en un país de sombras personificadas en reyes lunáticos, alucinados y hasta un tanto fecales.
La gran novela del año 2023 fue cosechando reconocimientos al año siguiente (Premio Cálamo “Otra Mirada”, Premio de la Crítica de Narrativa Española, Premio Nacional de Narrativa), para la consagración narrativa del poeta Raúl Quintos, una vez más, con una propuesta híbrida donde lo novelado construye estampas que se mezclan con lo histórico (y hasta con lo ensayístico), y el rigor en el retrato de personajes reales se funde con seres ficticios líricamente construidos para un todo que se sitúa, con su cuidado lenguaje, el eficaz uso de la metáfora y un continuo martilleo de la frase en precisiones cada vez más breves que crean ese ritmo de martinete flamenco (el palo nacido, sin necesidad de guitarra, del cante de los forjadores ), en cierta curiosa evocación de lo mejor de la narrativa centroeuropea de la segunda mitad del pasado siglo. Espléndida voluntad de estilo, pues, de un creador que no duda en atravesar paisajes inexplorados, incluso las cunetas de los caminos más trillados, para facilitarnos el rescate imprescindible de un ominoso intento, trono y altar por medio, de limpieza étnica en nuestro pasado más oscuro… En él, la Historia (y las historias) se transforma en prosa “elegante, hermosa, sensible e incluso preciosista” (jurado del Premio Nacional dixit) contrastando vívidamente con la crueldad del asunto que se aborda.
