Reseña publicada en el nº 124 de la Revista Ábaco

Una tierra tan lejana
Armando Murias Ibias
Editorial: Velasco Ediciones, 2025
Precio: 20 €
Número de páginas: 344

Cuando el miedo cava hondo

Desde sus orígenes, la creación literaria ha buceado en las fuerzas oscuras que gobiernan la conducta humana: el terror, los impulsos prohibidos, el deseo, la culpa, la violencia y la necesidad –a veces desesperada– de redención. En esa pelea sin árbitro, visceral y ética, se sitúa la tradición de autores como William Faulkner o Cormac McCarthy. El primero exploró la factura moral del individuo; el segundo, el instinto de conservación y desolación.

Armando Murias Ibias, doctor en Filología Hispánica, continúa en Una tierra tan lejana (Velasco Ediciones, 2025) con una trayectoria comprometida con ficciones de atmósfera opresiva y realismo sin edulcorar.

El miedo y las pasiones acechan en cada página, pero no como meras emociones, sino como descargas de energía que estructuran el contexto narrativo, con una carga que tiene efectos visibles y transformadores sobre las relaciones, los cuerpos y el lenguaje. Murias evita la trampa de lo puramente testimonial y, a diferencia de otros novelistas que reflejan una realidad dura, el escritor lacianiego transforma el pavor en un mecanismo expresivo y simbólico y lo convierte en una forma de supervivencia descrita con precisión contenida.

Sus protagonistas están, además, dominados por sus propios fondos reptilianos que los arrastran al límite. Rachid e Isolda encarnan una pareja memorable. Cómo se conocen los poliédricos enamorados es una de las escenas más antológicas de la literatura actual. Bien podían haber habitado perfectamente en el imaginario dostoievskiano, donde lo irracional se impone a la razón, son seres atravesados por sus decisiones, sus orígenes y sus temores, lo que reviste de una extraordinaria profundidad reflexiva y filosófica a la novela. En este amor que consume resuenan, como en un eco trágico, las figuras de Tristán e Isolda de la leyenda artúrica, despojados del mito y arrojados a una Europa descarnada, sin épica, evocando referencias clásicas que dotan a esta obra de un alcance universal.

Por otro lado, el libro no pierde de vista la coyuntura histórica y social. En la descripción del entorno minero, nos situamos en el ambiente obrero de La Camocha y sus condiciones. También en el relato del inframundo del contrabando y de la delincuencia, que aportan una dimensión política que conecta con debates tan actuales como la precariedad, el conflicto cultural, la marginalidad y la exclusión.

El andamiaje se sostiene con gran equilibrio a través de dos voces: la de un narrador testigo (recuerdos de Basilio) y la de Rachid, en primera persona. Las dos nos ofrecen perspectivas complementarias y enriquecedoras. Se alternan en capítulos pares e impares que facilitan la distinción de tramas y que mantienen el ritmo. Ambas confluyen en un «Encuentro» concebido en forma de acto teatral, un original elemento que funciona como clímax y punto de convergencia, mezclando géneros y formatos con acierto. Todo el conjunto posee una extraordinaria prosa, formal, rica y acorde a la voz de los personajes.

Como conclusión, en Una tierra tan lejana no se nos ofrece consuelo. No hay redención fácil ni justicia poética, su apuesta es la de mostrar un paisaje y un paisanaje hechos de fisuras. Se alza como un texto impecable, inmenso e incendiario, que deja al lector con una sensación incómoda: la de saberse parte de la oscuridad que nos define.