FOTO: Sara Janini
Extracto del artículo publicado en el nº 116-117 de la Revista Ábaco
Luis A. Collado Cueto
Doctor en Economía y profesor.
Universidad Autónoma de Madrid.Laura Pérez Ortiz
Doctora en Economía y profesora.
Universidad Autónoma de Madrid.José María Mella Márquez
Doctor en Economía.
Catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid
Los procesos migratorios son fenómenos complejos. Tienen una dimensión mundial, pero, en nuestro caso, también europea y española, juntamente con la realidad geopolítica de contar con una frontera sur con el continente africano. El fenómeno migratorio puede estudiarse tanto desde el punto de vista de la movilidad nacional, como regional, internacional e intercontinental. Aquí nos centraremos en esta última vertiente, con la particularidad de que se trata de una relación Norte-Sur, entre espacios desarrollados y en desarrollo.
El artículo se apoya en un estudio (MELLA, COLLADO y PÉREZ, 2022)1, basado en entrevistas a inmigrantes senegaleses en España y a potenciales emigrantes en Senegal, realizado en el último trimestre del año 2021.
El texto se compone de tres partes. En la primera, se analiza el papel de las diásporas en los procesos migratorios. Este aspecto resulta de interés porque los movimientos no se producen de manera errática o indeterminada, sino que tienden a ser más intensos hacia los destinos en los que ya existe una cierta comunidad de un determinado origen que actúa como fuente de información y red de acogida. En la segunda, se analiza la eficacia de las campañas de sensibilización orientadas a frenar la migración irregular, para lo cual se partirá del análisis de la experiencia del caso de Senegal. En tercer lugar y a partir de los elementos previamente identificados se estudian las reformas del reglamento de extranjería en España y la política europea en la materia. Se cierra el texto con algunas consideraciones relativas a las políticas migratorias, la relevancia de las remesas de los emigrantes y el papel de las diásporas en el desarrollo.
El papel de las diásporas en los procesos migratorios
Las personas son naturalmente migrantes. En el proceso de evolución humana, las comunidades se han desplazado en búsqueda de mayores y mejores recursos, de condiciones de vida más favorables o por la mera curiosidad de conocer qué había más allá del paisaje que alcanzaba su visión. La migración formaría parte de una necesidad y/o un anhelo de las personas cuyos motivos pueden ser muy diversos, aunque con ciertos elementos comunes como los ya apuntadas en el siglo XIX por E. G. Ravenstein (1885 y 1889) o bajo el conjunto de teorías de la migración sintetizadas por J. Arango (2003). Sin embargo, las sociedades modernas, especialmente las más desarrolladas, tratan de limitar de forma creciente esos movimientos, entrando incluso en cierta contradicción con el proceso de globalización (MASSEY, 2009).
Aunque se trate de algo relativamente natural, el hecho migratorio está acompañado de riesgos e incertidumbres (WILLIAMS y BALÁž, 2011). En la sociedad de la información muchas de esas incertidumbres deberían tender a reducirse. Sin embargo, esa información no siempre es perfecta o incluso puede estar distorsionada. La televisión, el cine y, más recientemente, internet y las redes sociales (FORTUNATI et al., 2013; BORKERT et al., 2018) transmiten unos modos y condiciones de vida que no siempre se corresponden con la realidad que espera a los migrantes en los países de destino, especialmente para aquellos con menos capacidad económica, menor formación y mayor vulnerabilidad social (RUOKOLAINEN & WIDÉN, 2020). A la incertidumbre en destino se une aquella que previamente se debe afrontar a lo largo del tránsito. Las políticas migratorias restrictivas realizadas por la mayoría de los países desarrollados favorecen los procesos de emigración ilegal o irregular (BLOCH y CHIMIENTI, 2012) y, con ello, la aparición de vías de llegada alternativas que incrementan esa incertidumbre y ponen en peligro la vida de los migrantes.
En ese contexto, las comunidades de la diáspora serían susceptibles de constituirse como fuente de información que contribuyese a reducir la incertidumbre (SHUVAL, 2000). Deberían ser una fuente de información fiable y veraz sobre el proceso legal de acceso, el modo de asentamiento, las condiciones de vida reales, las oportunidades de trabajo, etc. Los medios de comunicación digitales, especialmente las redes sociales, deberían favorecer ese intercambio de información, más inmediato y, sobre todo, más accesible. Además, las diásporas tienen la capacidad de constituirse como «colchón» social e incluso emocional (SHUVAL, 2000) en el momento de acogida o en caso de condiciones sobrevenidas en situaciones en las que las políticas sociales de los países pudiesen no llegar.
El estudio realizado por los autores ha permitido identificar realidades del papel de las diásporas que no siempre coinciden con esa situación ideal. De hecho, existen diferencias en el papel transmisor de información que juegan las diásporas, no solo según el país de acogida, sino también del de origen, lo que impide formular una visión general y consolidada que permita tratarlas como una realidad única.
La transmisión de información de la diáspora hacia los nuevos migrantes en los países de acogida tiende a producirse, sobre todo, de manera informal y no a través de cauces más estructurados como podrían ser campañas, asociaciones de migrantes, ONG, etc. Son los vínculos familiares y de amistad, más o menos próxima, los que sirven como elemento de unión y vía para la transmisión de información. Además, las diásporas con mayor nivel de información son generalmente las de segunda generación, de manera que a medida que aumenta su nivel de información también es menor su conexión y vínculo con los países de origen.
Otro elemento identificado en el estudio es que las comunidades de la diáspora no siempre ofrecen una imagen real de las condiciones que deben afrontar los nuevos migrantes, en línea con lo apuntado por H. RUOKOLAINEN & G. WIDÉN (2020). La parcialidad en la transmisión de información abarca cuestiones tan amplias como los trámites para la obtención de permisos de trabajo, las oportunidades reales de empleo, las dificultades de acceso a los servicios públicos, la existencia de racismo, etc. Sólo de manera esporádica es posible encontrar migrantes dispuestos a informar de manera veraz sobre las situaciones más adversas que los nuevos migrantes podrían tener que afrontar. El motivo para ello es doble. En el caso de aquellos migrantes cuyas expectativas no se han visto satisfechas, no suele ser frecuente reconocer la situación ante otros migrantes, especialmente cuando la transmiten a sus países de origen. En general, existe poca capacidad para afrontar y reconocer el fracaso en el hecho migratorio. En el caso de los migrantes en situación opuesta, es decir, con un éxito relativo en su proceso, es frecuente que olviden rápidamente las situaciones y vivencias más perentorias, transmitiendo exclusivamente una experiencia positiva hacia los países de origen. Sin embargo, incluso si relatan las dificultades, estas valoraciones negativas o de cautela tiene una credibilidad limitada en los países de origen. Las situaciones adversas se colocan en un segundo plano por parte de los potenciales migrantes, quienes toman como ejemplo de la conveniencia de migrar el simple hecho de que no retornen a sus países de origen.
Aunque muchos migrantes son conscientes de la existencia de riegos y peligros del viaje, la mayoría tiende a minimizarlos cuando se tienen en cuenta los potenciales beneficios. En ese balance, no solamente consideran su situación personal, sino que la valoración se amplía al potencial de mejorar la situación familiar a través de las remesas. De este modo, la decisión de migrar no lo es tanto individual, como colectiva y esa es la dimensión que se debe adoptar para comprender el alcance de los beneficios que se esperan de la misma. Las remesas enviadas a los hogares son un indicador de éxito y una fuente de mejora de la calidad de vida de las familias que las hace animar en la decisión a los potenciales migrantes, generalmente los hijos. Desde una perspectiva más general, el impacto de las remesas en los países de origen es tan importante que buena parte de las personas entrevistadas en el proyecto asociaban el escaso interés de los países de origen en frenar la emigración con los beneficios que esos ingresos de divisas reportan al país en términos de crecimiento (BETT, 2013) y desarrollo (NGOMBA, 2012), superando incluso el efecto de la ayuda al oficial al desarrollo (BODOMO, 2013).
Como consecuencia de los anteriores aspectos, existe una tendencia a idealizar la migración como una opción. De este modo, esta percepción, lejos de frenar la emigración, tiende a alimentarla, incluso en situaciones de ilegalidad e irregularidad. Aunque las diásporas juegan un papel limitado en la mayoría de los países europeos, es indudable la importancia que podrían desempeñar como transmisores de información. Aunque el papel de las ONG ligadas a la diáspora es limitado, existen algunas que contribuyen a favorecer la migración regular y ordenada.
¿Tienen sentido las campañas de sensibilización de emigrantes? El caso de Senegal
Como se ha señalado anteriormente, las personas que migran buscan vivir una vida mejor, persiguiendo oportunidades laborales en los países de destino. La situación económica, la pobreza extrema, la corrupción, el nepotismo, la marginación socioeconómica, la degradación medioambiental y la consecuente deforestación y falta de pesca y, por tanto, la pérdida de medios de subsistencia limita las posibilidades en el país de origen (BAIZÁN et al., 2016).
Así, la pobreza y la falta de oportunidades laborales hacen que la migración irregular hacia Europa resulte atractiva para la gente joven en Senegal. Porque la migración senegalesa es un fenómeno mayoritariamente masculino, joven (entre 15 y 34 años) y con bajo nivel educativo. Normalmente, el viaje se inicia a través de contactos en la diáspora o de personas conocidas que han tenido éxito en su viaje hacia Europa. Las personas que migran desde Senegal por la vía regular tienen, en general, estudios superiores o terciarios. Sin embargo, las dificultades y el tiempo de espera hacen que estas opciones legales se perciban como imposibles de conseguir, especialmente para la población más pobre. Lo que lleva a la inmensa mayoría de migrantes con niveles de educación primaria o secundaria a optar por el camino irregular para llegar desde Senegal a Europa. Y la migración irregular está llena de peligros. Entre 2014 y 2022 se estima que se produjeron alrededor de 24.000 muertes o desapariciones en el mar Mediterráneo (THE INTERNATIONAL ORGANIZATION OF MIGRATION, 2022).
Es importante resaltar la desinformación que enfrentan quienes emprenden el viaje a Europa. Porque una vez tomada la decisión de viajar, la información se encuentra controlada mayoritariamente por las mafias. Inicialmente, los migrantes irregulares son quienes buscan a las redes de contrabando para tener más información sobre el viaje. Aunque no interactúan directamente con los controladores, sino que siempre realizan la aproximación a través de intermediarios de su mismo entorno cultural que trabajan para las mafias. Estos intermediarios son quienes informan sobre el coste y la duración del viaje. A menudo los migrantes no tienen suficiente información sobre cómo migrar, de manera que estos agentes intermediarios llenan ese vacío. Por tanto, es difícil que las personas migrantes tengan capacidad para juzgar o contrastar la veracidad de la información.
De esta forma, la decisión de viajar a Europa a través de vías irregulares está basada en información fragmentada que se va facilitando en el transcurso del viaje por las propias mafias. Los migrantes dependen completamente, especialmente cuando el viaje ya ha comenzado, de esta información suministrada por las mafias, que normalmente tienden a minimizar los riesgos mientras que las ganancias se magnifican. Así, las personas que migran solo son plenamente conscientes de los peligros del viaje una vez ya se han iniciado en él.
El artículo completo está disponible en el número 116-117 de la Revista Ábaco.
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