Reseña publicada en el nº 110 de la Revista Ábaco

María del Carmen Sánchez Álvarez
Bajamar editores, Gijón 2021
ISBN978-84-124411-1-6

Reseña por José Parejo Mota
Profesor de filosofía

“Eros es la piedra en que se afila el alma”
epigrama griego-

Te doy entrada en mi alma…

He titulado esta reseña con una expresión de Virgilio en La Eneida. «Las cerezas rojas no son para siempre», así es como la poeta Carmen Sánchez Álvarez ha titulado su último poemario. En mi opinión ambas cosas, expresión y título, tienen una estrecha relación, al igual que el epigrama griego que antecede, que también es una pista de por donde transitan estos poemas.

Escribir es un riesgo, y escribir sobre el amor es arriesgarse más. Carmen Sánchez se arriesga. A propósito de esto, el escritor japonés J. Tanizaki publicó un breve ensayo titulado El elogio de la sombra, comenta que en la estética japonesa tradicional, las sombras, sus juegos y modulaciones, son claves en la belleza. En Occidente, por el contrario, se defiende que es la luz el principal aliado de lo bello (recordamos a Plotino y a esa obra llamada La estética de la luz). La poesía de Carmen Sánchez participa de ambas concepciones. En su obra hay luz y también está muy presente la belleza de la penumbra y las modulaciones de los días sombríos, por dentro y por fuera, fusión de la naturaleza, su luz, su temperatura y lo más íntimo y emocional.. Porque en ellos amanecen momentos y lugares llenos de luz y plenitud emocionados y, a la vez, la penumbra o la noche interior, de soledad y desamor.

Sus poemas son valientes y directos y, sobre todo, verdad. Desde las impresiones y sensaciones de lo cotidiano, desde la vida concreta que fluye y nos lleva a pensares y sentires íntimos y profundos. Palabras, imágenes de contenida pasión, que a veces susurran y a veces gritan por amor, por desamor o contra lo falso e injusto.

Sostengo yo que, esta ya sólida poeta, nos plantea también con «Las cerezas…», un dramático y apasionante reto vital: la lucha, preciosa y titánica de la mujer por afrontar la vida, con sus “gozos y sus sombras”; por afrontar y vivir la vida, con esa autenticidad que te impulsa a renacer, levantarse y seguir luchando y sintiendo.

Tras dos obras propias (Un roce al paso y Mujeres en azul paisaje) publica este tercer libro que ahora nos ocupa. A mi me parece su mejor obra. Pura poesía de la experiencia. Directa, del cuerpo al alma y viceversa. Recuerdo, en este sentido, esa afirmación de Lou Von Salome, en su obra El erotismo: que el camino más inmediato para el espíritu es el cuerpo. Y al contrario también. Son las dichosas dualidades cartesianas que han hecho tanto daño y que la poesía de Carmen, afortunadamente, no respeta. Somos «Sique y Soma», dos caras de misma moneda, una fusión que nombra lo humano con sus desgarraduras y sus victorias y dignidades.

Carmen nos entrega su alma, como dice la cita de Virgilio que titula esta reseña, y abre ante nosotros un poemario esencial, porque su poesía se ha hecho más esencial, más directa y transparente. Con lo difícil que es escribir así y que todo parezca tan claro y tan sencillo. Cada página, cada poema es un gesto de complicidad y una provocación a compartir reflexiones, estados, momentos y emociones. Como podemos ver, y sentir según leemos, la autora predica con el ejemplo y se arriesga la primera. Me parece que fue F. Nietzsche quien afirmo, en su vitalismo, que vivir intensamente significa que tenemos que arriesgar. Esta poesía es un ejemplo de ello. Por eso digo que es una obra muy valiente.

Este es uno de los «desvelamientos» de este libro. Carmen «rasga» los velos y defiende la libertad de vivir y sentir frente a las convenciones sociales y las hipocresías individuales. La vida merece ser vivida, sufrida y gozada. Y lo importante es que, a pesar de todo, hay que seguir, resistir y renacer: «Se hizo pronto la noche, / derrotas y miedos/ se sentaron a la mesa». Y a pesar de ello: «Buscar caminos en la luna llena/ de cualquier día, revolotear los suspiros /que llevas dentro…» O… «Busco la sombra que ahuyente el miedo». Añadir que otro desvelamiento, q es muy importante y notorio, en su poesía y de estos poemas es la precisa y rica sensualidad de esta obra: «El calor de un roce/ de luz en la espalda…»

Con esta poesía Carmen se atreve a gritar que el rey está desnudo, que los seres humanos, tal vez, como decía Sartre, que los seres humanos somos «pasiones inútiles» y a la vez dioses engreídos o perdidamente enamorados y desenamorados a su vez. Poemas de emoción y rebelión, en los que cada objeto, cada detalle simboliza y nos llega directo y nos provoca y emociona.

Leer «Las cerezas…» es asomarse a las verdades de lo íntimo, y, porque no, embriagarse de esta anatomía emocional que tan generosamente nos regala la poeta («Te doy entrada en mi alma…»).

Me gustaría destacar también que toda la obra de la autora esta atravesada por esa tensión inevitable y necesaria entre lo que los griegos llamaban lo apolíneo y lo dionisiaco. Esos dos dioses que inspiran el equilibrio, la razón, la luz (Apolo) y la pasión, el entusiasmo y hasta la locura (Dionisos). Esta tensión entre la razón y el sentimiento, la cabeza y el corazón, que decía Unamuno.

Señalar además que este poemario refleja la antigua y central batalla entre el deseo, «…esa pregunta cuya respuesta nadie sabe», que dice Cernuda, y la realidad que, a veces, nos traiciona dolorosamente. O sea, la vida misma en su fluir cotidiano.

Esta «Mujer, viento libre» con sus versos trata, además y como declaró a raíz de «Mujeres de azul paisaje», trata, decía, de «Poner voz a esas mujeres que merecen justicia». También en «Las cerezas…» lo hace y lo explicita o lo plantea a través de esa original fusión entre la naturaleza, la luz los olores y los sentimientos: «Vagar ausencias/ deletrearlas, saborearlas. /Detrás de la ventana/ lluvia y frío».

O bien: «…cuando te alejas en la noche/ y siento el frío del invierno/ en esta primavera que florea».

Escribir para curar las heridas, como consuelo, diría Kafka, o para explicar y entender la vida, de V. Wolf. Creo que Carmen lo hace por estos motivos y algunos más. Se nota que la poesía es para ella energía, grito y renacimiento. Gamoneda, Pessoa, Eliot, y otros y otras, la acompañan.

Os invito a leer este libro. Descubrimiento y síntesis de una espléndida trayectoria. No os arrepentiréis.

«El atardecer descansaba en una hoguera purpura»
A.Ajmátova

Reseña publicada en el nº 110 de la Revista Ábaco