➔ Reseña publicada en el nº 122 de la Revista Ábaco
Un enemigo del pueblo
Henrik Ibsen
Editorial Vicens Vives (Madrid)
ISBN: 978-846-824-463-1Reseña por Javier Martínez Díaz
Una obra clásica de dramaturgia de plena actualidad
El autor de Un enemigo del pueblo (en noruego bokmål En Folkefiende), Henrik Ibsen, es seguramente después de Shakespeare el dramaturgo cuyas obras han tenido más representaciones en todo el mundo. A pesar de atravesar una niñez y adolescencia plagadas de penurias económicas, con sólo 23 años fue nombrado director y dramaturgo de un teatro en Bergen, donde tenía que escribir una obra nueva cada año. Al joven Ibsen se le pidió crear un “drama nacional” basándose en las sagas islandesas medievales, pero el escenario donde situar estos materiales estaba dominado entonces por el drama de salón del dramaturgo francés Eugène Scribe y por los actores, las tradiciones interpretativas y la lengua de Dinamarca, ya que Noruega había estado bajo la corona danesa hasta 1814, cuando fue cedida a Suecia después de que Dinamarca hubiese apoyado al bando perdedor en las guerras napoleónicas. Desde entonces Noruega mantuvo su propia Constitución, Parlamento y varias instituciones nacionales, y se independizaría completamente de Suecia en 1905. La obra salió a la luz en 1882, en un contexto de país con una industrialización en marcha, la aparición del parlamentarismo y una emigración masiva a Norteamérica.
Las cualidades innovadoras de Ibsen surgieron después de su mudanza a Christiania (hoy Oslo), y sobre todo cuando en 1864 quebró el teatro de esa ciudad y se fue a vivir al extranjero, donde pasaría los siguientes 27 años de su vida, principalmente en Roma, Dresde y Munich, volviendo a su país natal en cortas visitas en 1874 y 1885.
Es importante entender a Ibsen en dos hilos conductores de su obra. Por un lado, por ejemplo en Brand (1866), un pastor rural de almas, nos muestra tanto la grandeza como el lado oscuro y autodestructivo de la alternativa heroica y del monolito moral, todo lo contrario a Peer Gynt (1867), un granuja oportunista y sin principios que no por eso se hace menos cautivador. Estos dos arquetipos humanos universales antitéticos, al igual que el Don Quijote y el Sancho Panza de nuestro Cervantes, los podemos ver en todas las obras clásicas de Ibsen.
El otro hilo conductor hay que situarlo en el contexto de la época victoriana (aproximadamente 1837-1901), que supuso un aumento considerable de lectores no solo entre las clases acomodadas sino también entre las clases bajas, apareciendo escritores como Dickens y Elizabeth Gaskell que alertaban a la pujante burguesía industrial de la pobreza en que se basaba su prosperidad. Mientras que estos autores utilizaban la literatura para poner el foco en la injusticia y la desigualdad social y en examinar cuestiones sociales urgentes, las estrictas normas de respetabilidad y moralidad hacían que esas obras fueran a menudo criticadas o suprimidas. Así pues, el impacto de la era victoriana en la literatura era una moneda de dos caras: mientras que las sociedades conservadoras imponían normas regresivas que perduran hasta nuestros días, la idea, hoy tan extendida, de que la literatura puede utilizarse como herramienta para exponer y corregir los problemas sociales se debe en gran medida a los esfuerzos de los pioneros de este período.
Lo dicho incluye cuestionar el papel tradicional de las mujeres. Así, la obra Casa de muñecas (Et dukkehjem), aparecida en 1879, una edición de la cual en español aparece en el mismo volumen que la obra que nos ocupa, y en la que una mujer abandona a su marido, fue considerada tan transgresora que algunos teatros cambiaron su final sin el permiso del autor. Pero a esas alturas Ibsen ya no se conformaba con criticar o reformar la vida social, sino que se proponía hacerla saltar por los aires.
Cuando en 1881 apareció Espectros (Gengangere), si bien representada en teatros de vanguardia europeos, sus detractores ya denunciaban a Ibsen como un profanador de todo lo sagrado. La respuesta no se hizo esperar con Un enemigo del pueblo (1882).
En esta obra, el héroe moral es el doctor Stockmann, médico y supervisor del balneario del que depende fundamentalmente la economía de su pequeña ciudad natal: “La arteria, los pulmones, el nervio, el corazón de la ciudad”; el lado oscuro y discutible irresponsabilidad de nuestro personaje se desvela después del descubrimiento de un foco de contaminación que amenaza el agua del balneario, y por ende la salud de los pacientes. La balanza moral la tendremos entre o bien cerrar el balneario durante al menos dos años y poco menos que arruinar a la ciudad por el tremendo gasto que supondría cambiar la captación del agua, u ocultar y parchear el asunto para preservar la principal fuente de ingresos de la ciudad.
Un tercer aspecto a añadir es el modernismo de la obra, que vista desde la perspectiva actual, salvo por la ausencia de los actuales medios de comunicación de que disponemos, nos hace ver en esta pequeña ciudad imaginaria del sur de Noruega todos los principales actores de una sociedad en miniatura. Porque la vigencia de los papeles de los agentes sociales y de los problemas planteados es tal que según se va leyendo la obra cuesta por momentos creer que haya sido escrita en el siglo XIX.
Ilustraremos lo dicho con algunas citas, en cada uno de las cuales se plantea una elección moral, de la que unos personajes se reafirman y otros reniegan (me he permitido poner algunas palabras clave en negrita):
—“¿También tienen que votar los que no entienden nada?” (El Capitán HORSTER).
—“Soy pagano, y estoy orgulloso de serlo” (BILLING, trabajador asociado en el periódico local La Voz del Pueblo).
—“Es contraria a mis ideas y a las ideas de ustedes. Trata de un poder sobrenatural que favorece a los “buenos” y castiga a los “malos” (PETRA, maestra de escuela e hija del doctor, devolviendo la novela cuya traducción le habían encargado).
—“Si tuviera medios fundaría una escuela organizada de otro modo” (PETRA).
—“El balneario es …un foco pestilente de infecciones” (El Dr. STOCKMANN)
—“Las clases inferiores deben participar en el gobierno. Dirigiendo los asuntos públicos es como se desarrollan sus facultades naturales… buscar la emancipación de los débiles y oprimidos” (HOVSTAD, director de La Voz del Pueblo).
—“Es una satisfacción saber que tengo de mi lado a la prensa liberal e independiente. Y respaldado por la mayoría compacta de los ciudadanos.” (El Dr. STOCKMANN)
—“El pueblo no necesita ideas nuevas, está mejor servido con ideas viejas y buenas que ya le son familiares” (EL ALCALDE, hermano del Dr. Stockmann).
—“Hay que entregarse a la opinión pública” (HOVSTAD).
—“Es necesario purificar la sociedad entera. ¡Pongamos en marcha la revolución!” (El Dr. STOCKMANN a HOVSTAD, BILLING y ASLAKSEN, este último el impresor).
—Cuando leí esas páginas me pareció escuchar el rumor de la revolución popular (BILLING).
—“Usted, Aslaksen, es un hombre razonable con influencia en la clase media, la más numerosa en todas partes.
—¿De dónde vamos a sacar el dinero?” (EL ALCALDE).
—“No puedo imprimir [el artículo del doctor] ni me atrevo. Sería la ruina de la clase media (ASLAKSEN).
—“Soy partidario del parlamentarismo, si este no resulta muy caro para los contribuyentes” (ASLAKSEN).
—“La mayoría siempre tiene la razón” (HOVSTAD, BILLING).
—“La voz del pueblo no es la voz de la razón. Las verdades no tienen una larga vida” (El Dr. STOCKMANN).
—“Cuando se pertenece a un partido, no es fácil atreverse. Un partido es … una máquina que absorbe la inteligencia y la conciencia”(El Dr. STOCKMANN).
Estamos citando términos y cuestiones plenamente familiares a los lectores actuales. En este drama moral de Ibsen, las personas son despojadas de sus capas de disfraces y obligadas a reconocer su verdadero yo, para bien o para mal. De este modo hace que su público reexamine seriamente los fundamentos morales de sus convicciones.
Como ilustración de esto, tenemos en la obra, frente a la fuerte convicción rozando el fanatismo del doctor, la puesta en evidencia de la cobardía moral de la mayoría de personajes y la elección que hacen, posiblemente violentando su propia conciencia: la frase clave y recurrente es “no me atrevo”: el Alcalde no se atreve a enfrentarse a sus conciudadanos y decirles la verdad porque peligra su puesto y posición de autoridad, Hovstad y Billing no se atreven a seguir con su apoyo al Dr. Stockmann y publicarle el artículo por temor a que el diario La Voz del Pueblo pueda perder lectores y por tanto financiación (Billing aspira además al puesto de Secretario Municipal), Aslaksen teme por su puesto de presidente de la Asociación de Propietarios y de la Sociedad de la Moderación, la Directora del colegio no se atreve a seguir contratando a Petra por temor a las protestas de los padres de los alumnos, el armador Vik no se atreve a seguir contratando al Capitán Horster porque teme perder clientes, los posibles pacientes del Dr. Stockmann no se atreven a desafiar la prohibición de que el doctor siga ejerciendo en la ciudad… Fuera de la familia del doctor (su mujer, vencidas las primeras reticencias, le apoya incondicionalmente) únicamente el Capitán Horster se atreve.
Ahora que oímos decir que “solo el pueblo salva al pueblo”, y que “vosotros (es decir, el pueblo) sois los medios” (Elon Musk), para el Dr. Stockmann la elección entre lo que aquí aparece como “la voz del pueblo” y una vanguardia visionaria y consciente del tiempo que le toca vivir no ofrece ninguna duda. Es la misma “voz del pueblo” que, traducida a nuestro tiempo, está fabricada con bots y sus algoritmos por unos intereses reaccionarios y espurios que nos intentan hacer ver supuestos “enemigos del pueblo”, no solo en los rivales políticos sino incluso en aquellos que, como en esta obra, nos avisan de desastres medioambientales y de salud pública en ciernes. ¿Les suena esto algo a los lectores? Aún en el quinto y último acto de la obra, las convicciones morales del propio Dr. Stockmann se pondrán de nuevo a prueba por una revelación sorprendente hecha por Morten Kiil, el resentido suegro del doctor.
Del 6 al 8 de septiembre de 2018 la obra se representó en Pekín, pero la gira posterior se canceló debido a su temática.
Al parecer, el público de Pekín mostró un apoyo abrumador al Dr. Stockmann, y supuestamente gritó críticas al régimen chino durante las partes de interacción, e incluso en posteriores representaciones censuradas. Los funcionarios de la censura del régimen no aceptaron más giras a menos que el guión se modificara a favor del pensamiento oficial sobre lo que debe ser una
obra de teatro.
De Ibsen se dice que llevó el naturalismo y la preocupación por los asuntos sociales al teatro. Durante la segunda mitad del siglo XIX, hizo que el escenario europeo dejara de ser un juguete y un pasatiempo y se convirtiera en lo que había sido hace mucho tiempo entre los antiguos griegos: un instrumento para juzgar la conciencia.
➔ Reseña publicada en el nº 122 de la Revista Ábaco