➔ Extracto del artículo publicado en el nº 124 de la Revista Ábaco
David Barreto Expósito
Arquitecto y profesor Universidad Politécnica de Cataluña · Colectivo CCRSFernando Sabaté Bel
Doctor en Geografía y profesor Universidad de La Laguna · Colectivo CCRSTatiana Snigur Byelorussov
Arquitecta · Colectivo CCRSJoaquín Sabaté Bel
Catedrático emérito de Urbanismo Universidad Politécnica de Cataluña · Colectivo CCRSAgostina Rodríguez Fey
Estudiante del Grado en Paisajismo Universidad Politécnica de Cataluña · Colectivo CCRS*Con la colaboración como coautores de Sandra Núñez, Martín Portilla, Omar Sosa y Alberto Zaragoza, de Colectivo CCRS.
Esta publicación es parte del proyecto de I+D+i PID2022-137648OB-C21 financiado por MICIU/AEI/ 10.13039/501100011033 y FEDER, UE.
A mediados de septiembre de 2021 asistimos a la erupción volcánica del Tajogaite en la isla de La Palma. Aunque no ha habido que lamentar víctimas humanas, ha supuesto el desplazamiento de miles de personas; la destrucción de casi 1.700 construcciones y de 73 km de infraestructuras de transporte y servicios; la pérdida de unas 400 ha de tierras de cultivo, y considerables impactos de tipo social. No ha sido el primer episodio volcánico en la Isla, aunque sí el primero que buena parte de la sociedad española ha seguido prácticamente en directo con retransmisiones diarias desde las áreas afectadas. Anteriormente se han producido en La Palma otras erupciones; incendios forestales devastadores; desprendimientos asociados a la erosión; sequías o terribles inundaciones. Lo singular de este último episodio es la ausencia de víctimas mortales y la capacidad de la sociedad palmera de enfrentar desastres de tal magnitud. Esto se debe en gran medida a su particular cultura asociativa y a su ingente esfuerzo en la construcción de un territorio originariamente de malpaíses.

Fig. 1. Relación de riesgos y amenazas. Mapa del Modelo de combustible forestal de La Palma. Fuente: elaboración propia a partir de datos del Centro Nacional de Información Geográfica, Gobierno de Canarias, SITCAN (Modelos de combustible forestal de La Palma). Licencia: datos.canarias.es
La Isla dispone una quincena de planes de emergencia y protección civil, algunos incluso relativos a riesgos concretos, por lo que cabe preguntarse qué es lo novedoso de este Plan. Por un lado se trata de una de las primeras ocasiones, en un territorio de tanta extensión y complejidad, que se plantea abordar la dimensión territorial de todos los riesgos; de introducir alguno como el de pérdida de biodiversidad; de hacerlo considerando el impacto conjunto de todos ellos mediante un análisis multicriterio; de valorar en qué medida el cambio climático afecta o actúa de catalizador, y cómo el diseño de la infraestructura verde puede contribuir a disminuir su posible impacto, paliar sus efectos y construir una isla más resiliente.
Objetivos
La relación de riesgos a evaluar es muy larga y seguramente la ciudadanía propondrá considerar alguno más. Los objetivos del Plan están asimismo claramente definidos, por lo que nos referiremos específicamente a los aspectos que consideramos más novedosos.

Fig. 2. Objetivos del Plan. Fuente: elaboración propia.
Impacto de cada riesgo
El Plan aborda sucesivamente tres etapas. La primera es dibujar, con el mayor rigor y precisión posibles, el impacto potencial sobre el territorio de cada uno de los potenciales riesgos por separado. Existen muchísimos estudios y planes sectoriales que se han ocupado de analizar los más relevantes, e incluso de dibujarlos. Pero ni lo han hecho con todos, ni a una misma escala, ni con un mismo nivel de definición. Se trata pues de poner a punto una metodología para afrontar el dibujo de cada riesgo con todo el rigor científico exigible; de hacerlo además sobre una misma cartografía, de forma homogénea y pedagógica, para poder, así, incentivar el debate con la ciudadanía. Con ello obtendremos un conjunto de capas que miden el impacto de cada uno sobre el territorio.

Fig. 3. Ejemplos de análisis del impacto de incendios o de integración paisajista. Fuente: procesamiento y elaboración propia a partir de imágenes Landsat 8 y datos originales NASA/USGS.
Análisis multirriesgo
A continuación, se consideran todas estas capas ponderando su impacto relativo. El riesgo deriva de amenazas, combinadas con vulnerabilidad y recurrencia, factores que cambian a lo largo del tiempo y del espacio. Un mismo territorio puede estar afectado por varias amenazas con diferente nivel de peligro, que causan mayor o menor impacto en el territorio y en la sociedad, por lo que se debe adoptar un enfoque multi-riesgo. Se consideran dos enfoques básicos: el de superposición, cuando las amenazas pueden ocurrir al mismo tiempo o sucesivamente, ya sea porque son dependientes entre sí o bien causadas por el mismo evento, aumentando así el nivel de riesgo; y el de exposición elevada, cuando ciertos elementos están expuestos a más de un evento, aunque no ocurra de forma simultánea, aumentando así el nivel de riesgo al que se exponen.

Fig. 4. Representación gráfica de mapas de valoración de análisis multicriterio. Elaboración propia a partir de datos del Centro Nacional de Información Geográfica y de la Red de Información Ambiental de Andalucía. Tabla: Valoración conjunta de los riesgos. Fuente: Plan Territorial Insular de Emergencias de Protección Civil de la isla de La Palma.
Los principales riesgos que afectan a la Isla se caracterizan según su frecuencia, intensidad, impacto histórico y distribución espacial; por lo que se ponderan en función de la resiliencia institucional y se calcula el Índice de Evaluación del Riesgo, para obtener una visión más precisa del desequilibrio entre amenaza y capacidad de respuesta, identificando desajustes y proponiendo recomendaciones orientadas a mejorar la gestión. Cada riesgo se pondera según su probabilidad de ocurrencia, a partir de registros, nivel de impacto, vulnerabilidad y exposición del territorio. De este análisis surgirán medidas urgentes y vinculantes; directrices al planeamiento; o bien indicaciones o sugerencias de buenas prácticas en relación con los riesgos, así como la definición de una adecuada infraestructura verde.
Medir un riesgo singular
En el Plan se presta especial atención al riesgo de pérdida de ecosistemas y biodiversidad, así como al deterioro o pérdida de bienes, funciones y servicios ecosistémicos esenciales, tanto por ser la isla de La Palma Reserva de la Biosfera y disponer de una considerable extensión de territorio de altísimo valor ambiental, como por no haberse evaluado hasta ahora, ni tomado las medidas necesarias para evitar dicha pérdida.
Existe una Directriz de la Unión Europea, aprobada en marzo de 2010, que establece que cualquier intervención en el territorio debe garantizar que no contribuye de ninguna manera a disminuir la biodiversidad existente, ni a la degradación del medio ambiente. Dicho principio de “no pérdida neta de biodiversidad” pretende asegurar que ningún plan, proyecto o transformación territorial tenga un impacto negativo neto que la afecte. Este reto exige un cambio radical de modelos, de indicadores, técnicas e instrumentos. Obliga a considerar alternativas en cualesquier tipo de intervenciones, evitando aquellas más perjudiciales y compensando los impactos negativos, a través de medidas de protección, restauración o creación de nuevos hábitats.
En el caso particular de La Palma, y debido a sus reconocidos valores ambientales, se debe garantizar la no pérdida neta de biodiversidad nativa o autóctona, referida no únicamente al número y valor de las diferentes especies, sino también a la integridad de los ecosistemas.
La aceleración del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación del medio ambiente han llevado al reconocimiento de la transición ecológica como objetivo fundamental a abordar, y como exigencia de equidad intergeneracional. En la Estrategia de Biodiversidad para 2020 se incluye como objetivo de la UE la no pérdida neta a nivel mundial. Esto lleva después a la Estrategia de Biodiversidad para 2030 (Pacto Verde Europeo), donde se da un paso más allá y se propone ya no solo la no pérdida neta de biodiversidad, sino su recuperación neta.
Refrendada por el Consejo de Ministros de Medio Ambiente en junio de 2011, la Estrategia comprende seis objetivos prioritarios y veinte acciones relativas a los principales factores responsables de la pérdida de biodiversidad. Se busca reducir las presiones más importantes sobre la naturaleza y los servicios ecosistémicos.
El diseño de una infraestructura verde
El Plan debe incluir la definición de una infraestructura verde insular para evitar, paliar o corregir el impacto de posibles riesgos y contribuir con ello a un territorio más resiliente y a una comunidad más preparada. El concepto de infraestructura verde nace en la Comisión Europea en 2013 como una red de zonas mayormente naturales, ordenadas de forma estratégica, para la prestación de una extensa gama de servicios ecosistémicos, y el fomento de la biodiversidad. Se incorpora en España con la Estrategia Nacional de 2020 del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Al tratarse de un concepto tan reciente, no se refiere prácticamente a él ninguno de los planes elaborados en Canarias, ni en La Palma. Ahora bien, si nos planteamos qué elementos deben integrar la infraestructura verde de La Palma, el propio Plan Insular de Ordenación (PIOLP 2011) nos ofrece una respuesta clara. Dentro de sus Zonas de Ordenación Territorial recoge ámbitos rústicos con interés ambiental o económico, así como suelos de interés agrícola de medianías, o agropecuarios, que parece razonable incorporar en la infraestructura verde.
En el primer plano de la izquierda (Fig. 5) se recoge directamente la clasificación zonal del PIOLP 2011. Pero requiere, para poder entenderlo de manera más clara, simplificar su leyenda, lo que se hace en la imagen del centro. Y a estos espacios de interés cabe añadir otros, no reconocidos por el Plan Insular, pero si en los planes municipales, por su cometido de espacio libre a escala local, por sus valores ambientales, paisajísticos, agrícolas o forestales. Todos ellos configuran una matriz ecológica, a la que cabe exigir conectividad entre las distintas teselas, permeabilidad, bordes amplios y rugosos. Se trata de aplicar, en definitiva, los principios de la ecología del paisaje, asegurando, en su caso, la conexión entre todas las áreas de valor. Al mismo tiempo deberemos intentar evitar interrupciones, cortes de carreteras y otro tipo de discontinuidades para la flora y la fauna, buscando, si es preciso, conexiones alternativas.

Fig. 5. Propuesta del PIOLP 2011; interpretación simplificada y planeamiento municipal. Fuente: elaboración propia.
Al trabajar con estos tres planos, nos apercibimos de que aún resultan poco legibles para la población y no permiten apreciar claramente la interconexión entre todos los ámbitos de valor. De hecho, un análisis más detallado permite evidenciar la ausencia de conexión entre varios de ellos. Por eso elaboramos otros esquemas para poder presentarlo de forma más asequible.
Estos otros tres planos (Fig. 6) quieren mostrar, de forma pedagógica, cómo definir la infraestructura verde. Es fundamental hacerlo, si pretendemos involucrar a la ciudadanía en su comprensión y gestión. En el primero dibujamos de forma simplificada el relieve insular, lo que nos permite distinguir dos partes claramente diferenciadas. El carácter de la zona norte viene definido por la Caldera de Taburiente y los barrancos que parten de ella radialmente; el de la zona sur lo conforma la línea de Cumbre Vieja, donde se concentran conos volcánicos, que se disponen también al Este y Oeste, destacando algunas zonas llanas entre una parte y la otra.

Fig. 6. Forma del territorio, asentamientos y trazados y espacios de interés. Fuente: elaboración propia.
En la imagen central se explica el patrón de los asentamientos de población, ajustados a las lógicas del territorio, dando lugar a una cierta concentración y mayor densidad en las áreas más llanas, y destacando la disposición perimetral y claramente jerarquizada de los ejes viarios.
El tercer esquema muestra las áreas de interés natural y productivo alrededor de los asentamientos urbanos, así como la clasificación del PIOLP 2011, distinguiendo las de interés agrícola, agropecuario o forestal. Si nos fijamos en la imagen vemos como:
- en la zona noreste predominan las actividades agropecuarias en las medianías, la agricultura intensiva en la costa y bosques en cotas más altas
- en el norte predomina el paisaje agropecuario en combinación con los bosques
- en el noroeste predomina agricultura de medianías junto con bosques y agricultura intensiva en las zonas más cercanas a la costa
- en el sureste se combinan los usos agropecuarios en las medianías, y un ámbito de grandes dimensiones de bosque.
Son un paso previo para elaborar estos otros dibujos (Fig. 7), donde se incluye el conjunto de espacios con valor ambiental y paisajístico y se muestra cómo garantizar su continuidad mediante conectores. Atendiendo a las características de cada elemento y a su función en el sistema, diferenciamos tres categorías: las áreas con mayor valor ambiental, las que garantizan el flujo de especies entre éstos, y las zonas de transición, que favorecen el intercambio entre los paisajes con mayor presencia antrópica y las áreas de mayor valor natural y ambiental.

Fig. 7. Primera propuesta de infraestructura verde (zonas núcleo, de transición y conectores). Fuente: elaboración propia.
Transcurrida década y media desde que se aprobó el Plan Insular, a la hora de definir la infraestructura verde debemos atender también condicionantes mucho más exigentes, como los derivados de los objetivos para la transición energética y las medidas frente al cambio climático. Debemos asimismo fijarnos en el uso de la infraestructura verde para la reducción de riesgos (en particular de incendios forestales, inundaciones, islas de calor; permeabilidad ecológica, efecto sumidero y erosión del suelo). Ello nos lleva a defender y diversificar el patrimonio natural y los servicios ecosistémicos, como herramienta para la gestión sostenible del territorio; a integrar todos los espacios protegidos por sus valores ambientales, la red de corredores ecológicos y otros espacios multifuncionales, además de otros de importancia local.
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El artículo completo está disponible en el número 124 de la Revista Ábaco.
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