Extracto del artículo publicado en el nº 120-121 de la Revista Ábaco

Teresa Táboas Veleiro
Doctora Arquitecta
Colectivo ReversAs

Con motivo de la pasada Bienal, «European Towns and Town Planners» que se celebró en la ciudad de Nápoles, bajo el lema: Inclusive cities and regions, promovida por el Consejo Europeo de Urbanistas (ECTP-CEU), y que reunió a urbanistas, diseñadores, sociólogos, historiadores (de arquitectura), políticos y otros profesionales para discutir los temas y compartir información y lecciones aprendidas, desde el colectivo presentamos una ponencia titulada, Las escalas del territorio, porque entendemos, que la relación entre el medio rural y urbano requiere de otro acuerdo social, un pacto que involucre a toda la sociedad.

Una reflexión analítica, un proceso de pensamiento crítico, que pensamos que como arquitectas es preciso realizar desde nuestra disciplina profesional en el momento histórico que nos toca vivir, y también, porque debemos comenzar a plantear modelos alternativos en la planificación territorial, con los que afrontar este futuro abierto, bajo una crisis social, económica y medioambiental, que se debe planificar desde un doble entendimiento, crucial para comprender la complejidad de las interacciones entre los seres humanos y nuestro entorno.

Por un lado, nos enfrentamos a los desafíos inherentes a la naturaleza física, que incluyen fenómenos como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación y la degradación de los ecosistemas, consecuencia directa de la actividad humana, por el crecimiento desmedido de la población, y el desequilibrio en la industrialización, en algunas regiones del planeta, y por otro, a la sobreexplotación en el sector primario.

A esto, hay que añadir un rápido avance tecnológico, que durante siglos ha sido visto como un motor de progreso y desarrollo, pero que ha comenzado a transformar la propia naturaleza en formas que antes no imaginábamos. La biotecnología, la inteligencia artificial, la ingeniería genética y otras innovaciones están creando una nueva concepción de lo que entendemos por naturaleza. Nos encontramos en un punto en el que la intervención humana en los sistemas naturales no solo altera los ecosistemas existentes, sino que también crea nuevos entornos híbridos donde lo natural y lo artificial coexisten y se entrelazan. Se hace necesario replantear nuestras nociones de naturaleza y lo que implica vivir en armonía con ella.

Es necesario por ello, un enfoque amplio y multidisciplinar tanto desde el urbanismo como desde la planificación territorial, para asegurar que las soluciones adoptadas no solo sean efectivas, sino también justas y sostenibles, obligándonos a replantear nuestras relaciones con la naturaleza, es decir, con el territorio.

En lugar de ver la naturaleza como un recurso a explotar, debemos adoptar un enfoque de coexistencia y respeto; de ahí la necesidad de romper el discurso construido desde la ciudad, que se explica como un constructo autónomo y aislado de lo no urbano, premisa utilizada como argumento central en un relato que caducó hace tiempo; hay un conflicto inherente en las exigencias urbanas y las consecuencias que estas generan en otros espacios, que implica valorar no solo los beneficios tangibles de la naturaleza, sino también, la educación ambiental y la sensibilización como herramientas clave para fomentar una nueva ética de cuidado y responsabilidad hacia otros ecosistemas circundantes, dada la necesidad de recursos para su supervivencia.

Las ciudades son sistemas complejos donde interactúan múltiples variables: demografía, economía, infraestructura, medio ambiente, y gobernanza, ya que funcionan como un “sistema caótico” impredecible, desordenado y propenso a crisis. Este –crecimiento— caótico de las ciudades conlleva una explotación intensiva de recursos naturales en otros territorios, destruyendo ecosistemas, reduciendo la biodiversidad y agravando el cambio climático.

Por ello abordar las complejidades del sistema territorial-urbano y rural, exige la escala-gestión territorial. Este caos requiere de enfoques integrales y adaptativos en la planificación urbana, con un enfoque en la sostenibilidad, la equidad y la resiliencia de otros territorios. Al hacerlo, es posible transformar los desafíos del crecimiento urbano en oportunidades para construir ciudades y territorios más habitables y sostenibles, en base a una escala que procure, una relación proporcional y equilibrada económicamente. Analizando el equilibrio de estas escalas, podremos desarrollar estrategias más efectivas para la planificación la gestión de recursos, y la promoción de la sostenibilidad y la equidad.

Es necesario por ello, romper con la tradicional asociación binaria en desequilibrio, rural / urbano, para reconocer un sistema más complejo, de relaciones e interacciones. Un modelo matricial, que permita diagnosticar y proponer soluciones con un enfoque alternativo: la importancia de la escala de las ciudades, y la importancia de las economías de escala, frente a la escala única de la globalización. Establecer, la relación entre el tamaño de la ciudad, y su relación con otros territorios, y su huella en los ecosistemas. Abandonando el enfoque tradicional que reduce las interacciones a dicotomías simples como rural-urbano.

El enfoque que proponemos, implica investigar las múltiples dimensiones que influyen en la dinámica territorial, incluyendo factores sociales, culturales, tecnológicos y ambientales. Revelar en definitiva los múltiples matices y las claras interdependencias, un enfoque multidimensional para permitir una comprensión más rica y profunda para afrontar los retos y transformaciones de la realidad contemporánea.

Las estructuras complejas de intersección territorial precisan de un control extremadamente preciso para mantener la coherencia y evitar errores. Por lo tanto, tendrán que ser herramientas mucho más ágiles. Y en esas estructuras complejas, la escala de las economías es un factor determinante en el equilibrio territorial. En la primera mitad del siglo XX en la teoría económica clásica, el modelo desarrollado por Allan Fisher Colin Clark y Jean Fourastié como una representación de una economía industrial, esta se estructuraba en torno a tres sectores productivos, que ya es inapropiado para reflejar la economía en el siglo XXI.

Fourastié por ejemplo, predijo que la transición del sector secundario al terciario eliminaría el problema del desempleo, ya que defendía que este sector no podía racionalizarse. Pero esta teoría de 1930 no tuvo en cuenta el acelerado progreso tecnológico del siglo XX y de principios del siglo XXI, la revolución digital, lo cual obliga a introducir un nuevo sector, relacionado con este avance. Tenemos por lo tanto 4 sectores económicos claros, y un quinto que no es más que la subdivisión del sector terciario.

  1. El sector primario, referido a las actividades relacionadas con la extracción de recursos naturales del territorio, es por el tanto esencial para el desarrollo de otros los otros.
  2. El sector secundario, abarca las industrias que transforman estas materias
    primas, procedentes del sector primario: minería, agricultura, pesca, forestal…
  3. El sector terciario, que representa esas industrias que prestan servicios a otras empresas y a los consumidores finales: turismo, banca, educación, sanidad, transporte etc.
  4. El sector cuaternario, referido a las industrias que crean y distribuyen conocimiento, en el que estarían incluidas, por ejemplo, las empresas dedicadas a la información, a la innovación, es decir, al desarrollo y diseño del avance tecnológico.
    Estos no son excluyentes entre sí, y además, están interconectadas, y lo más importante, todos dependen del sector primario, es decir, del territorio.

En 2009, un grupo de 29 científicos publicó el marco de los límites planetarios, que identificaba y cuantificaba 9 límites ecológicos que interactúan a escala global, para designar el espacio operativo seguro: el cambio climático, los flujos de fósforo y nitrógeno, el uso del agua dulce, el cambio de los sistemas terrestres, la biodiversidad, la acidificación de los océanos, el agotamiento del ozono estratosférico, la contaminación atmosférica y la contaminación química. Cruzar los límites pone en peligro el espacio operativo seguro para la humanidad y agrava los riesgos. Por ello, el desequilibrio entre los sectores productivos está en relación directa, con el deterioro sobre el territorio, y la calidad de vida de quienes allí habitan.

En la Cumbre de Acción Climática de las Naciones Unidas de 2019 el Club de Roma declaró una “emergencia planetaria”, en colaboración con una red de contribuyentes mundiales. Su Plan de Emergencia Planetaria hace un llamamiento a la acción urgente para prevenir una crisis global debido a los efectos de la actividad humana sobre la estabilidad de los sistemas de soporte vital de la Tierra. El plan afirma: “Nuestros modelos de crecimiento económico, desarrollo, producción y consumo están empujando los sistemas de soporte vital de la Tierra más allá de sus límites naturales. La estabilidad de estos sistemas -nuestros bienes comunes globales de los que tan fundamentalmente dependemos- está ahora en peligro.»

Surge ahí, la paradoja de los recursos, que no es más que el reflejo de las relaciones entre los sectores productivos y el medio ambiente durante décadas. La crisis climática, y su gravedad, o las distintas formas de contaminación ambiental, o el deterioro de los ecosistemas evidencian la necesidad urgente de gestionar esta paradoja como señalan en el caso del sector del turismo, Peter Wilder Williams, y Ian F. Ponsford´s, de la Universidad Simón Fraser en la Columbia Británica ( Canada ).

La paradoja de los recursos es un análisis que plantea un dilema, los límites del territorio en relación con la disponibilidad y gestión de los recursos naturales en un territorio determinado, generado por una sobrexplotación de un sector económico concreto, por lo tanto, el claro reflejo del desequilibrio en las escalas.

La paradoja de los recursos se refiere a la supuesta abundancia de recursos naturales en un determinado territorio, que aparentemente puede contar con una gran cantidad de recursos, como minerales, petróleo, tierras fértiles o agua dulce. Sin embargo, esta aparente abundancia puede generar una falsa sensación de seguridad y llevar a una explotación desmedida y no sostenible de los recursos, por una sobre escala del sector primario. Las limitaciones físicas y ambientales inherentes a un territorio determinado pueden incluir la disponibilidad limitada de recursos naturales, la capacidad de carga del ecosistema, la capacidad de absorción de los desechos generados, entre otros factores.

Estos límites imponen restricciones a la explotación y uso de los recursos naturales y plantean la necesidad de una gestión responsable y sostenible. La paradoja surge cuando la demanda de recursos supera la capacidad de producción y regeneración de estos. A medida que las actividades económicas se intensifican, aumenta la presión sobre los recursos naturales, lo que puede llevar a su agotamiento o degradación. Esta paradoja se agrava cuando no se toman medidas para una gestión adecuada de los recursos y se ignoran los límites del territorio.

Para superar esta paradoja, es necesario adoptar enfoques y políticas que promuevan la sostenibilidad y la conservación de los recursos naturales, desde la planificación territorial. Esto implica implementar prácticas de uso eficiente de los recursos, fomentar la conservación y protección de los ecosistemas, promover la economía circular y buscar alternativas a la extracción y uso intensivo de recursos no renovables. Pero, sobre todo, promover el balance de los sectores económicos.

A modo de ejemplo, hay que señalar que, en el sector primario, utilizamos aproximadamente la mitad de las tierras habitables del mundo para la agricultura. En el mapa 1 y gráficos 1 y 2 que se muestran a continuación, vemos la proporción de la superficie total (habitable y no habitable) utilizada para la agricultura.

Es necesario por ello, construir una visión disruptiva a través de las múltiples escalas espaciales territoriales, y de manera especial, la escala de los territorios urbanos: las ciudades. Esto significa tomar conciencia de la complejidad de todas las geografías posibles a lo largo del tiempo y su impacto en los ecosistemas. Sólo así podemos debatir y actuar ante una realidad inminente. Algunos de los problemas están geográficamente cerca y ya se han manifestado, y otros pueden parecer lejanos, pero evidentemente afectarán en mayor o menor medida.

Aprovechar la visión paradójica de la crisis climática con el fin de garantizar una acción eficaz, siendo disruptivos en las propuestas, y no limitándonos a solucionar simplemente los síntomas. Utilizar las aparentes contradicciones con el fin de romper nuestras ideas preconcebidas y obtener una mejor comprensión del problema. Acciones valientes y audaces para abordar los acuciantes problemas de sostenibilidad sobre los territorios.

Equilibrar los sectores productivos y sus escalas con las escalas del territorio implica armonizar las actividades económicas con las características y capacidades del entorno geográfico en el que se desarrollan. Cada territorio tiene sus propias particularidades en términos de recursos naturales, infraestructuras, capacidad de carga ambiental y características socioeconómicas. Estas características determinan las escalas y las posibilidades de desarrollo de los sectores productivos en cada territorio.

Para lograr un equilibrio adecuado, es necesario considerar:

  1. Identificar los recursos naturales y las ventajas comparativas del territorio: Cada territorio tiene recursos naturales y ventajas competitivas únicas. Es importante identificar y valorar estos recursos para aprovecharlos de manera sostenible en el desarrollo de los sectores productivos.
  2. Evaluar la capacidad de carga ambiental: Cada territorio tiene límites en cuanto a su capacidad para soportar la explotación de los recursos y absorber los impactos ambientales. Es esencial evaluar y respetar estos límites para evitar la sobreexplotación y degradación del entorno. Por ejemplo, en una zona costera frágil, es necesario regular las actividades turísticas y pesqueras para evitar la degradación del ecosistema marino.
  3. Fomentar la diversificación económica: Un equilibrio adecuado implica diversificar los sectores productivos en el territorio. Esto reduce la dependencia de un solo sector y promueve la resiliencia económica. Por ejemplo, un territorio que depende en gran medida de la industria manufacturera podría desarrollar sectores como el turismo, la agricultura o los servicios para diversificar su economía.
  4. Promover la cooperación y sinergias entre sectores: Es importante fomentar la colaboración entre los diferentes sectores productivos para aprovechar sinergias y generar beneficios mutuos. Por ejemplo, la industria agrícola puede colaborar con la industria alimentaria local para promover el desarrollo de productos agrícolas procesados de alta calidad.
  5. Considerar la escala humana y social: El equilibrio entre los sectores productivos y el territorio debe tener en cuenta las necesidades y aspiraciones de la población local. Es fundamental promover el desarrollo socioeconómico inclusivo y sostenible que mejore la calidad de vida de las personas y promueva una distribución justa de los beneficios económicos.

Diversificar y descentralizar la producción de alimentos y energía para contribuir a reducir la presión sobre los recursos naturales y minimizar los impactos ambientales. Esto implica fomentar la producción local y regional de alimentos y energía, en lugar de depender en gran medida de sistemas de producción intensivos y centralizados. Al descentralizar la producción, se reducen los costos de transporte y se disminuye la dependencia de largas cadenas de suministro, lo que a su vez reduce las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas al transporte y la logística.

El artículo completo está disponible en el número 120-121 de la Revista Ábaco.
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