Reseña publicada en el nº 112-113 de la Revista Ábaco

Socorro Giménez
Penguin Random House Grupo Editorial
Barcelona, 2021
ISBN 978-8417417321

Reseña por Pilar Couso

La argentina Socorro Giménez (Mendoza, 1973) es licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Cuyo y residió seis años en Barcelona desempeñando trabajos varios mientras hacía un posgrado en Estética. En 2008 vuelve a vivir a Buenos Aires donde en la actualidad es coordinadora de publicaciones del Museo de Arte Latinoamericano (MALBA). Casa se busca es su primer libro publicado.

El camino que emprende Socorro Giménez con esta novela (definido así el texto por el editor) es el inicio de un aprendizaje y hablo de aprendizaje en el sentido en que Marina Garcés lo define como punto de vista, adoptar esa forma de ver como ejercicio de la imaginación que implica cambiar nuestra mirada para contemplar sucesos y objetos, abrir un proceso de escucha para percibir el aliento, el rumor, tratando de organizar tentativas con el deseo de probar si llegarán o no a buen término. Aprendemos con la protagonista del relato porque la acompañamos en sus experiencias, que pueden ser nuestras, y porque así vamos dando forma a los mundos que compartimos en ese camino del aprender unos de otros que ella también impulsa en su interacción con la sociedad. Ella se nombra como «inquilina aprendiz declara desconfianza» y en otro lugar dice «es un aprendizaje antiguo / es un saber del cuerpo niño» y todo ello en dos de los poemas que más me han gustado de esta narración, conjunto de poemas que en mi opinión forman el cuerpo de esta novela (a pesar de la contradicción que ello pueda suponer).

En este aprendizaje la casa no es sólo un lugar, es un espacio en el que nos sentimos acogidos, es un refugio propio, querido, que nos pertenece, y es un espacio que construimos y en el que aprendemos a la vez que nos sirve de conexión con los otros, por eso toca buscar casa como encontrar el cuarto propio que citaba Virginia Woolf. Y dirigiendo esta búsqueda tenemos a una mujer que se reivindica como tal de forma sencilla y sincera, desde la afirmación de lo femenino, sin enfrentamientos con el mundo, pero apuntando hacia ese elemento femenino, frágil y fuerte a la vez, como determinante.

Como en los sueños, van apareciendo las escenas que se desvanecen al poco tiempo. Imágenes volátiles que dejan intuir lo soñado (ficticio) y que van configurando el relato como en un mapa se dibujan o trazan los itinerarios de los trayectos. Un relato en primera persona sobre el día a día de su protagonista compuesto desde sus poemas, sus crónicas o sus entradas de diario, géneros que acompañan este viaje por la vida.

La novela comienza situándonos en espacio y tiempo, aeropuerto, Buenos Aires, año nuevo chino y de forma circular, en tiempos que se superponen, avanzan y retroceden, acaba en otro año nuevo sin que sepamos o importe cuánto es ese tiempo. Sus episodios alternan entre hechos que se presentan como recurrentes (chino, taxi, acción erotizante, sesión) y que hilvanan las historias y poemas que la voz narradora desgrana. Con una estructura que da sentido a la historia que se cuenta, el libro se construye con fragmentos, relatos y poemas que crean el retrato de una mujer que se mueve en el mundo, componiendo un relato de idas y vueltas que la llevan a evocar vivencias y recuerdos, con una narradora en femenino que se acerca mucho a la autora y que ocupa durante su transcurso muchos lugares y situaciones reales e inventadas. La unidad de esta estructura se consigue por esa reiteración de viñetas, pequeños estribillos que tejen hilos de continuidad y que dan una componente musical a la narración con una prosa ágil, ligera, alegre, clara y sencilla.

El taxi se convierte en un espacio donde nacen historias pero al igual que otros transportes que aparecen en la narración son un tiempo de observación y diálogo, una forma más del aprendizaje que la narradora pone en práctica cada día. Una de las reflexiones después de un viaje en taxi: «Todavía pide perdón por defecto, por hablar demasiado, por contar cosas de su vida, porque tal vez piense que me ha hecho perder el tiempo. Y quizá también por no haber hecho el bombo

Me llama la atención la sensualidad que muestra la narración, sensualidad que se nutre de los sentidos, de la ASMR (Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma), de las acciones erotizantes y del propio cuerpo. Los cinco sentidos se concretan en algunos relatos pero fluyen a través de todos ellos, el oído, la vista, el olfato, el gusto, el tacto, desfilan ante nuestros ojos y nos hacen sentir el placer de contemplarlos, de explorarlos, de percibir sus sensaciones. Hay muchas pequeñas cosas, se juega con lo mínimo, con la sutileza, y de todo ello se obtiene una percepción diferente. Y la narradora medita: «Ahora pienso que aquella experiencia médica está asociada a una experiencia erótica para mí por esa ambivalencia de poner el cuerpo a disposición de alguien que lo trata con intención benéficaalguien en quien puedo confiar— y que a la vez lo trata como un objeto».

Hay cuatro sesiones a lo largo del texto que me parecen pequeñas perlas de una aprendiza de lo personal, son preguntas y reflexiones sobre la existencia que se lanzan e interrogan también al lector: «¿Cómo se ama?», pregunta en la primera. «¿Cómo se es una persona?», interroga en la cuarta. Al tiempo ella se ve interrogada, «¿Cómo es andar errante?», «¿Cómo es su casa?».

El chino de la esquina va poniendo a través de cortos diálogos el tono cantarín del discurso, por su transcripción fonética y el teatro que ello conlleva. Lin le dice que tiene que ir al gimnasio, que el tiempo no existe, que el amor es necesario para sobrevivir y Lin siempre tiene razón.

Dos poemas que no quiero dejar sin mencionar: Domingo porque me recuerda a la combativa Lucía Sánchez Saornil y a esas tardes cansadas de domingo donde cunde la pereza y Tigre porque traslada a la infancia y a otros espacios donde los aprendizajes tienen lugar, fuera de la monotonía de la ciudad.

Hay recuerdos, hay imágenes, hay espacios diferentes, naturaleza, intemperie, hay perfumes, está Van Gogh con su Campo de trigo con cuervos y su Noche estrellada hablando de tristeza y de soledad, tenemos felicidad y belleza, magia, melancolía, pérdidas y encuentros, búsquedas, emociones, infancia, veracidad y personajes creados, preguntas y mudanzas, miedos y vida.

Y unos cortos versos de Socorro para terminar:

«Así todo la añoro / ay la vida, la anhelo / No es solamente mía / Es un misterio compartido esa añoranza».

Reseña publicada en el nº 112-113 de la Revista Ábaco